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El lunes llegó pronto y yo fui el primero en presentarme en el gimnasio Estrada antes de las nueve de la noche. Jamás había asistido a una pelea y admito que tenía el estómago hecho nudos, me sentía muy nervioso.

El gimnasio estaba atiborrado de aficionados. Las luces estaban enfocadas en el cuadrilátero y el referí ya estaba listo para comenzar con el espectáculo que constaría de siete peleas amateur y la estelar, en la que pelearía Sergio contra un mentado Torito Sánchez. El boxeador de veinticuatro años me había dicho que era categoría welter y que, hasta la fecha, estaba invicto. Yo había leído mucho acerca del deporte para no hacer el ridículo en caso de que me preguntase algo.

Por otro lado, le había comentado con anterioridad a Paco, pero este no me había creído que había pasado la noche del sábado en compañía del ídolo de su futuro esposo. El muy fastidioso me había obligado a contarle cada detalle del encuentro y yo le había dicho que, a mi ver, Sergio Fierro era bisexual o un closetero más. Esto último me decepcionaba solo de imaginarlo, pero igual, todo lo que yo anhelaba en esos momentos era coger con él y sacarme la espinita, o meterla, mejor dicho.

—De ninguna manera Fierro es gay —expuso John cuando nos escuchó murmurar a Paco y a mí—, tiene una novia que siempre viene a verle.

—¿Y por qué tantas atenciones con Ramón? —le preguntó Paco—, ¿por qué se portó como se portó?

—Amor, le he visto besar a esa chica muchas veces..., no es gay, ¿okay?

—No le hagas caso —me dijo Paco al oído—, yo sé que está interesado en ti, Ramón. Vas a ver que sí.

—Ustedes dos creen que todo el mundo es gay —masculló John—, ¿ven a esa chica de allá, la de la falda negra y las enormes tetas? —Ambos volteamos a ver a la pelirroja que se encontraba cerca del ring—, esa es la novia de Fierro.

—¿Esa? ¡Já!, pues qué poca cosa... —musitó Paco para animarme puesto que la chica parecía actriz porno.

—¿Crees que debería de ir a buscarle para avisarle que sí vine? —le pregunté a mi amigo, ignorando la molestia de John.

—¡Claro que deberías! Dile que sí irás a la playa con él.

Asentí con la cabeza, dispuesto a ir a buscarle; luego me puse de pie y me marché rumbo a los vestidores que se encontraban en el sótano del gimnasio. No obstante, cuando estaba en el pasillo que conectaba los cuartos y las duchas, un guardia me detuvo, asiéndome del brazo para impedir mi ingreso al área que —según él— estaba restringida. Pronto tuve que volver a las gradas donde mis compañeros ya estaban consumiendo alcohol y frituras.

—¿Le encontraste?

—Un guardia no me dejó entrar.

—Mírale, allá está —John le señaló desde su asiento—, está con su novia, ¿no se los dije?

Cuando volteé a verle, vi que abrazaba a la pelirroja mientras ella le hablaba al oído. Paco me confortó con un suave apretón en la rodilla y yo me encogí de hombros, convenciéndome de que lo de la noche del sábado no había sido más que un trato amable de su parte. Yo había malinterpretado las cosas, como siempre solía hacer. No estaba decepcionado, más bien me sentía avergonzado por haberme confundido.

—¿Irás a la playa? —me preguntó Paco cuando los primeros boxeadores subieron al ring.

—Pues no, ¿para qué? No le encuentro sentido...

—¿Se pueden callar? —nos reprendió John. Paco se cruzó de brazos y yo extraje mi móvil ya que no estaba interesado en ver la función.

Abrí el grindr y empecé a buscar a chicos de Matamoros, ya había cambiado mi ubicación, pero todavía no me atrevía a tener un encuentro con alguno de ellos.

Alguien digno de ti: Libro 1 [EXTRACTO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora