III

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Cada mañana, Farfa se despertaba con la expectativa de encontrar nuevos regalos en la puerta de su hogar, como si fuera parte de un misterioso ritual de amor. Flores de colores oscuros y brillantes, cuidadosamente envueltas en papel negro, llegaban con una nota que decía: "Una flor para otra flor ;)". Los poemas que acompañaban a estas muestras de afecto siempre celebraban su hermosa sonrisa y sus brillantes ojos claros, expresando el deseo ferviente de estar junto a él.

Sin embargo, la magia de estos gestos a veces se veía ensombrecida por cartas que oscilaban entre lo apasionado y lo perturbador. En algunas ocasiones, las flores eran reemplazadas por rosas rojas intensas, y las notas carecían de contexto, llevando palabras cargadas de un significado inquietante como "caliente", "ardiente", "masturbación" y "sexo". Estas misivas, acompañadas de poemas que exaltaban deseos más carnales, contrastaban con otras cartas llenas de melancolía, que revelaban el sufrimiento del remitente en ausencia de Farfa.

A pesar de las dudas y las preguntas que plagaban su mente, Farfa continuaba recibiendo estas cartas misteriosas, cada una de ellas alimentando su curiosidad y su intriga. Pero un día, una carta diferente llegó a su puerta, cambiando el juego por completo.

La carta, más breve que las anteriores, era directa y sincera. Su autor expresaba un deseo irrefrenable de conocer a Farfa en persona, de verse cara a cara y compartir un momento juntos. El viernes 4 de agosto a las 5:30 p.m., en la plaza cercana a su casa, sería el lugar y la hora de su encuentro. Farfa se encontró debatiéndose entre la emoción y la incertidumbre, preguntándose si aceptar la invitación sería peligroso.

La espera hasta el viernes se convirtió en un torbellino de emociones para Farfa. Cuando llegó el día, se preparó con nerviosismo, vistiendo jeans negros y una camisa a cuadros roja y negra. A las 5:27 p.m., ya estaba en camino hacia la plaza, donde notó que no había mucha gente. Caminó hacia la pasarela con el corazón en la boca, y cuando estuvo cerca, vio a un chico de espaldas.

Con pasos vacilantes, Farfa se acercó al chico y le tocó levemente el hombro. El joven se dio la vuelta y le sonrió, dejando a Farfa sin palabras. Era guapo, mucho más de lo que había imaginado.

Después de las presentaciones, los dos jóvenes entablaron una conversación un tanto incómoda al principio, pero pronto se sintieron más relajados. Hablaron de todo, desde temas tabú hasta sus sueños y aspiraciones, mientras se conocían mejor. Al final, acordaron tener una cita verdadera y se intercambiaron números de teléfono, prometiendo mantenerse en contacto.

A medida que la tarde llegaba a su fin, Farfa se dio cuenta de que las dudas que lo habían atormentado habían sido resueltas. Se despidieron con la promesa de más citas en el futuro, y Farfa se sintió verdaderamente feliz por primera vez en mucho tiempo. Sabía que las cartas de amor continuarían, pero esta vez, el remitente estaría presente en carne y hueso, y eso era todo lo que importaba.

 Sabía que las cartas de amor continuarían, pero esta vez, el remitente estaría presente en carne y hueso, y eso era todo lo que importaba

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