El trabajo estos días ah ido en aumento, no sé muy bien por qué, pero creo que tiene que ver con esa rara historia que tienen los humanos, creo que el responsable de mi desgaste continuo, es eso a lo que todos llaman "El Armagedón".
Admito que me alegro un poco de ser capaz de trasladarme sin tener que pasar, precisamente, por encima de la masa de cuerpos que ahora invaden todas las calles del mundo humano. Afortunadamente, controlo el espacio-tiempo, aunque sea solo un poco. Al menos es lo suficiente como para darme ciertas comodidades.
Los gritos y agonías por parte de los humanos han sido siempre parte de mi escenario de trabajo, así que escucharlas mientras camino por los pasillos del hospital rumbo a mi destino, no es nada nuevo.
Ciertamente, lo que estoy a punto de hacer, no es algo de lo que esté muy orgulloso, cobrar la vida de un recién nacido normalmente me toma menos de 3 segundos, depende de si está en el útero o fuera, también varían los casos en los que tengo que llevarme conmigo a la madre.
Como sea, es algo inevitable, es mi trabajo, después de todo, soy la Muerte.
Planeaba hacerlo rápido, como de costumbre, tomar el alma e irme, pero algo arruinó mis planes, algo que no pasaba muy a menudo, y que me retrasaba en mi trabajo: El bebé está naciendo, justo ahora.
Los gritos de la madre en la habitación eran casi inaudibles, comparados con la catástrofe que había afuera del edificio, sin embargo, no podía tomar al bebé en ese instante, tenía que esperar, a que naciera por completo, de lo contrario, la madre también moriría, y eso no era parte del trabajo.
opté por sentarme en una de las sillas de la habitación, aunque los escombros eran incómodos, tenía que esperar, ya que, al estar la madre sola, y todos huyendo de... bueno, de mí, el parto iba a tardar un rato. Así que sólo me limité a observar.
A juzgar por las muecas y los gritos de la mujer, éso estaba doliendo mucho, pero apenas llevaba medio bebé, así que debía aguantar un poco más. La verdad, es que nunca eh tenido eso que los humanos derrochan, me refiero a eso llamado "Sentimientos", nunca los tuve, no los tengo y supongo que nunca los tendré.
No puedo decir que me alegro, porque aquello que llaman "Felicidad" realmente suena muy bien, pero tampoco es que entristezca la idea de no tenerlos, ya que, debido a mi trabajo, conozco más los sentimientos negativos que los positivos, así que... simplemente acepto el no tener "Sentimientos". Supongo que es un requisito para poder hacer este trabajo.
Afortunadamente, dos humanos llegaron a ayudar a la mujer, ambos parecían entender su sufrimiento, y, por un segundo, me pareció ver que la mujer sonreía.
Pero entonces pasó, nuevas órdenes, todos morirían, lo supe, y ahí estaba, era el momento.
Un auto entró por la ventana del edificio, aplastando a los tres humanos, y fue entonces cuando tomé sus vidas.
"Listo, terminó, aquí todos murieron" Pensé, pero pronto mi mente quedó en blanco, pues aún recordaba la cantidad de humanos que hasta entonces había en esa habitación. Conté las almas recién cosechadas, tres, y entonces, el grito de un bebé invadió mis pensamientos.
Miré debajo de los escombros, y ahí, con el condón umbilical aún unido a su madre, estaba la bebé que recién había nacido y que al parecer, se salvó de mi cuchilla, pero, des afortunadamente, no por mucho.
Los ojos negros me miraron, con.. Confusión, duda, curiosidad, tristeza, miedo y asombro. Luego me percaté de algo que hasta ese momento no había notado antes, el bebé había dejado de llorar. Había dejado de llorar justo después de haberme acercado, y entonces, como el trabajador que soy, tomé la vida de esa humana, aquella dueña de esos ojos negros que nunca olvidaré.
Seguí mi camino por todo el hospital y por todos los rincones del mundo humano, recogiendo vidas, vidas a montón, infinidad de humanos, Adultos, niños, abuelos, bebés, adolescentes, enfermos, incluso hasta de algunos animales. Todos sufrían antes de morir, como siempre.
*
Finalmente, la vida humana, se acabó.
No quedaba nadie, absolutamente nadie, ni un sólo humano o animal al que fuera capaz de cobrar su vida, simplemente.... no había nada.
*
Había tomado por costumbre, divagar por todo el mundo humano, sin rumbo, sin lugar al cual llegar, simplemente, divagar.
-¿Qué eres?- Su voz infantil, llena de.... ¿Curiosidad? ¿Duda? ¿Miedo? No, era una voz llena de todos esos sentimientos humanos mezclados -¿Quién eres?- insistió, haciéndome voltear a verla, ahí estaba, una pequeña criatura, simplemente algo que no había visto, ni en el mundo humano ni en el mío, era una.... -¿Qué haces?- Su voz, interrumpió mi lluvia de ideas para determinar exactamente lo que era esa pequeña criatura.
-Tú ¿Qué eres?- Le pregunté, luego de un rato de estarnos mirando.
-No lo sé, esperaba que alguien que sepa me dijera, pero... ¿Qué eres? - Esta vez, su voz estaba cargada de... ¿Desesperación?
-Tú, ¿Qué crees que soy?- Pregunté
-Pareces un muñeco de los que vi por ahí- Respondió apuntando a uno de los hospitales, oh... bueno.. a lo que quedaba de él - Pero tú sí hablas, y además te mueves, y tienes una especie de.... ¿Qué es esto?- Preguntó mientras tomaba una manga de mi túnica, esta vez, en su rostro había... ¿Asombro?
-Es algo llamado, Ropa -respondí inmediatamente, mientras me salía de su agarre, aún no sabía qué clase de criatura era, o si venía de mi mundo.
-¿Ropa?- preguntó -¿Qué es ropa? ¿Para qué se usa?- Con cada pregunta llena de Curiosidad y duda, se acercaba más y más a mi, mientras que yo, intentando evadirla, daba pasos hacia atrás.
-Es ropa, para vestirse, para no andar desnudo-
-¿Por qué?-
-¿De dónde vienes?- pregunté, sin ningún sentimiento.
-Desperté en un lugar de ahí- De nuevo, apuntó hacia los restos del hospital, sus ojos negros llenos de emociones humanas me miraban, y entonces, un pensamiento se alojó en mi cabeza.
En menos de un segundo, me encontraba de nuevo en aquella habitación, en dónde me había retrasado tanto tiempo. Lo comprendí de inmediato.
-Así que... ¿Una materialización de los sentimientos de aquella bebé, eh?-
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Distorsión Universal.
FantasíaMe removí de nuevo en la incómoda, pequeña y frívola silla de metal, aquella con el respaldo torcido, esa que era testigo de la infinidad de los llamados "sentimientos" que invadían mi esquelético ser. Esta tarde era in usualmente más tétrica de l...