✿ «Epílogo» ✿

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— ¿Mi cielo?

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— ¿Mi cielo?

Baldwin entro a la biblioteca, recorrió los pasillos, pero por ningún lado encontró a su esposa. Ya la había buscado en su habitación, en su estudio donde se la pasaba escribiendo poesía, la cocina donde luego estaba robando postres pero nada.

Se estaba comenzando a preocupar, Aynur debía de ir a ver al médico real, para que valorará su embarazo, cómo estaba su estado de salud y el de su hijo. Se le hizo raro no encontrarla leyendo algo en la biblioteca. Estaba a punto de llamar a los guardias para que lo ayudarán a buscar a la reina, hasta que se le vino a la mente un último lugar en donde podría estar.

Así que salió de la biblioteca, y recorrió todo el pasillo, bajando las escaleras y llegando al jardín que se encontraba en el ala izquierda del castillo en donde se encontraba un gran jardín lleno de vegetación exótica y nativa de la región. Llego hasta la fuente de mármol y pudo ver a su amada esposa sentada bajo un olivo jugando con su pequeña hija de dos años, idéntica a su padre, con suaves rizos dorados, una mirada azulada como el cielo y una sonrisa encantadora. La reina y la princesa de Jerusalén, sus más grandes tesoros.

Coloco sus manos detrás de su espalda y se acercó a paso lento hacia ellas, cuando su pequeño ángel lo vio acercarse comenzó a dar saltos de alegría, provocando que apareciera una sonrisa en el rostro de sus padres.

— Pa.. pa... Papá.— dijo la pequeña princesa al estar en las piernas de su padre.

— Ven aquí, mi bello sol.— Baldwin toma a su hija en sus brazos, provocando que diera unos cuantos gritos de alegría.

El rey vio como su esposa tenía dificultad para levantarse, y no dudo en ayudarla a pesar de tener a su hija en brazos.

— Déjame ayudarte, cariño.— tomo su mano y la ayudo a levantarse, ganándose una sonrisa de Aynur.

— Gracias, amor.

— Deberias de estar con el médico real para revisar tu embarazo.— comento Baldwin a su reina casi como un regaño.

— Uy, lo olvide. — Aynur hizo una mueca de molestia al recordarlo—. Es que llevo toda la mañana jugando con Miray, es una niña con mucha energía.

— Lo heredó de ti, querida.— comento acariciando el rostro de su esposa con cariño.

Tomo la mano de su reina, mientras cargaba con su brazo derecho a su hija Miray. Dirigiéndose hacia su habitación donde los esperaban los médicos para evaluar a su esposa, aún que no solo ha ella si no también a él. Quizá ya no tenía lepra, pero aún tenía las secuelas de ella con las que tenía que cargar el resto de su vida, así que para estar sano para su pueblo y su familia, debía de cuidarse.

Gracias a las raíces de una planta nativa de India, traída por los musulmanes a tierra santa, así es como pudo curarse de la lepra, aún que fue agotador, valió la pena, porque pudo formar una familia con su amada Aynur y reinar por más años Jerusalén.

FIN.

FIN

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La Esclava Dragón |✧| King Baldwin IVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora