Tartamudo de pescado salado, tan temerario como tímido.

CAPÍTULO 76

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Gu Huai Zhang hizo una pausa, su mirada severa, "Dame una razón".

Las palabras se habían soltado antes de que el propio Gu Huai An supiera qué razón daría, y se quedó paralizado después de hablar.

Siempre había querido mantenerse lo más lejos posible de Chi Ya, e inicialmente lo llevó a Nanhu Manor simplemente para usarlo como peón en sus planes.

Pero ¿por qué su primer instinto ahora fue "no querer despedirlo"?

"La razón es..." Gu Huai An se encontró con la fría mirada escrutadora de su hermano, abrió la boca, "La razón es... quiero llevarme bien con él".

Los labios de Gu Huai Zhang se torcieron, "¿Qué?"

"...Exactamente lo que escuchaste." Gu Huai An tragó y dijo: "Hermano, quiero llevarme bien con él".

La expresión de Gu Huai Zhang se oscureció.

Se enderezó ligeramente, con sus ojos color ámbar fijos en Gu Huai An, sentado en la silla pero que aún parecía mirar hacia abajo: "No vas a decirme que te has enamorado de este hombre, ¿verdad?"

Gu Huai An estaba un poco aturdido.

Ya fuera una ilusión o no, sintió que su hermano, normalmente imperturbable, sonaba sarcástico y agudo.

...Pero era comprensible.

Gu Huai An sintió una punzada de culpa, pero aun así levantó la cabeza y se encontró con la mirada de Gu Huai Zhang: "Ahora me gusta un poco, hermano, y quiero perseguirlo".

Desde que Zhang Ma compartió la foto en el grupo, había estado inquieto en la oficina toda la mañana.

Sabía que Chi Ya era atractivo y nunca lo negó; su malestar no era por esas impresionantes fotos que dejaban a uno sin palabras, sino por la mano que no debería haber estado allí en la foto.

Se quedó mirando esa mano en la despensa durante diez minutos completos, tan agitado que cuando el director se acercó a coquetear con él, no tuvo interés en responder como de costumbre.

El director de cabello castaño y curvilíneo claramente no estaba contento, pero aun así logró sonreír. Sabía que era porque la directora tenía algunos vínculos familiares con el gerente general de la sucursal y porque conocía sus antecedentes.

Fumando un cigarrillo, miró fríamente a la mujer, que había sido puesta en su lugar pero aún así le lanzó una mirada coqueta antes de irse, y de repente pensó en Chi Ya.

Siempre estuvo rodeado de una multitud bulliciosa, impulsada por el interés propio; la sinceridad parecía una broma.

Pero Chi Ya era diferente.

Estaba decidido a mantenerlo cerca, no por poder o dinero, sino simplemente porque le agradaba.

Gu Huai Zhang no sabía lo que tenía Chi Ya, pero lo sabía, al igual que Qin Yu Ze: era un video de una fiesta a la que había asistido. La fotografía estaba estrictamente prohibida allí, pero casualmente llevaba el arete que Chi Ya le regaló por su cumpleaños.

Sí, esos aretes de piedras preciosas negras aparentemente comunes contenían una cámara oculta.

Dado su estatus, nadie se atrevió a registrarlo al entrar y, por un golpe de suerte, todo quedó registrado.

En ese momento, había olvidado quién le dio esos aretes y los usó de manera informal, sin esperar que Chi Ya hiciera algo tan escandaloso.

Cuando descubrió la verdad, se puso tan furioso que quiso destrozar a la persona, pero ahora, al recordarlo, no pudo evitar reírse.