ㅤㅤTodoroki está harto de luchar contra su trastorno alimentario. Está harto de intentarlo cuando termina siempre desde el principio. Está harto de todo. ¿Pero qué pasa cuando su razón para seguir luchando ya no es suficiente?
ㅤ[Completo.]
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Todoroki pellizcó la carne alrededor de su estómago antes de agarrar ambos lados de su cabeza y golpear sus codos contra el mostrador debajo de su espejo.
ㅡNo importa lo que haga... ¡todavía estoy tan gordo!ㅡ Consumido por sus aullantes emociones, no podía sentir las vibraciones persistentes de su teléfono.
A pesar del vacío que gruñía dentro del estómago, se encontró estallando con emociones retorcidas que había dirigido predominantemente a su cuerpo en lugar de a sí mismo. Curvó los dedos y clavó las uñas en la capa de carne que delineaba su cráneo mientras sus codos temblaban contra el gélido mostrador. Lentamente, sus uñas rasparon hacia abajo y la sensación helada de su carne siendo abierta rápidamente comenzó a arder.
Demasiado tarde, finalmente me doy cuenta de que nunca seré feliz por muy delgado que esté porque soy yo, lo que más odio en este mundo. Todoroki quería gritarle a la persona parada frente a él que copiaba cada uno de sus movimientos. "¡Es como si yo fuera la grasa que nunca podré quemar! ¡Lo odio! ¡Odio cada parte de esto! ¡Odio cada puta parte de esto!" Se quedó mirando distraídamente la marca de quemadura que se acumulaba alrededor de su ojo izquierdo mientras su tormenta de emociones seguía hirviendo y chirriando. "Deshazte de lo que no quiero. Deshazte de la grasa..."
Desgarró sin piedad la marca de quemadura en su rostro con las uñas mientras sus venas sobresalen de sus tensos brazos. Al abrir rápidamente la carne cruda, podía sentir la sangre cálida goteando de sus heridas ardientes, y podía sentir cada punzada agonizante de dolor pulsando a través de su ojo, pero no podría haberle importado menos. Lo único que le importaba era destrozarse mientras gruesas gotas de sangre se derramaban desde su barbilla hasta el suelo.
A pesar de las sangrientas rayas de laceraciones autoinfligidas que cubrían la mitad izquierda de su cara, todavía no estaba satisfecho con el daño. Una muestra de los adictivos golpes de dolor constante que quemaban la verdad debajo de las heridas fue todo lo que se necesitó para convertirse en el sabor que anhelaba. La negación y la creencia sangraban de diferentes heridas, pero la fuente y el iniciador seguían siendo los mismos y, por lo tanto, los divergentes ríos carmesí que chocaban seguían siendo uno y el mismo. No le importaba que le quemara como el agua hirviendo que su madre le había echado por la cara. No le importaban las consecuencias. No le importaba si más tarde se arrepentiría de sus decisiones impulsivas. Lo único que le importaba era conseguir el producto que deseaba, sin importar lo imposible que fuera finalmente conseguirlo.
Así es siempre... ¿no? No importa lo que haga o hacia dónde corra, no puedo escapar. Jaja... Pero mejorará otra vez, ¿verdad? Las heridas sanarán con el tiempo, cuando una herida sana: pronto se forma otra.
