Extra

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     La primavera llegó acompañada del nacimiento de árboles y flores hermosas que tiñeron las calles del reino con sus bellos colores vibrantes, el dulce cántico al unísono de risitas joviales y los rayos del sol que bañaron los días de la más pura calidez en contraste con la cruda estación anterior. Asimismo, la época del año trajó consigo el evento anual del cortejo, cuya emoción era fácilmente identificable con el agradable silencio y la carencia absoluta de otros olores ante la ausencia del personal en el palacio, más ocupados pasando el día con sus respectivas parejas o uniéndose a la fiesta que se llevaría a cabo en el pueblo una vez cayera la noche.

    JiMin tenía su propio lugar al que llegar, por el que había estado en un constante estado ansioso incluso antes de saber que él, de hecho, había regresado hacía solo unas cuantas horas.

   El ramo improvisado que llevaba entre manos olía tan bien como el aroma natural de su prometido, cuyas notas florales únicas lo atraían sin esfuerzos, seduciendo sus sentidos para que pudiera encontrarlo incluso con los ojos cerrados. No dedicó mucho tiempo pensando en lo que harían una vez le entregara su modesto obsequio, pero si tenía la acerrima convicción de aprovechar su compañía al máximo

    Doblando una esquina, se encontró parado frente al jardín privado del monarca, allí donde sabía que siempre lo encontraría rodeado de la naturaleza que tanto le gustaba. Por supuesto que esta vez no sería diferente, lo encontró tan etéreo, casi divino y no pudo resistirse a alcanzarlo, manchar su pureza con su simple toque mortal.

     Su regalo fue olvidado en el suelo y sin ningún obstáculo que obstaculizara su camino acortó la distancia, rodeando la estrecha cintura para encerrarlo en sus brazos. Un abrazo que había añorado cada día, cada noche desde que su Alfa se había marchado.

   Pero nada importaba ahora, nada importaba más que el sentimiento feroz que lo llenaba todo al sentirse correspondido. En este punto casi había olvidado como se sentía tenerlo para él, todo suave y pequeño, vulnerable para su Omega...

—Te extrañe —dijo, rompiendo el silencio apenas en un susurro con su rostro escondido en la elegante curva de su cuello.

     Su Alfa rió, tan dulce como la miel, como música para sus oídos.

—Yo también, amado mío... —respondió, tomando sus hombros y alejandolo para que pudieran mirarse a los ojos. El par de onix brillantes a juego con la sonrisa tímida y el encantador rubor rosado que tomaba su lugar permanente en sus mejillas —fue un invierno muy largo sin ti.

—Lo importante es que haz vuelto conmigo —incapaz de contenerse, tomó su mentón con firmeza y acercó sus labios a los suyos, maravillado con el roce suave y efímero que causo deliciosos escalofríos en JungKook.— Sin embargo, sabes que no pienso dejarte en los próximos días. Tienes que recompensar a tu prometido por tu ausencia, amor —susurró contra sus labios, embelesado con el sonido inconfundible de un jadeo sorprendido.

     En la privacidad que les confería su momento, no hacían falta los honoríficos, podían olvidarse de quienes eran o quienes fueron o quienes debían ser frente al mundo, despojarse del título y las responsabilidades. Solo un Alfa y un Omega, un par de amantes que se desean, que se aman con locura.

    JiMin y JungKook, no el Rey ni su consorte, solo ellos mismos y lo que tenían para ofrecer al otro.

     Se besaron, empujando y devorando con todo el anhelo contenido durante los días pasados, marcando la piel con la intensidad de su amor cuando la ropa desapareció de sus cuerpos y cayeron al suelo entre risas cómplices con las extremidades enredadas.

     JiMin le hizo el amor, lento, besando cada recóndito de su perfecto ser, absorbiendo la imagen encantadora de su Alfa envuelto en la bruma de su afecto incondicional, su mirada pérdida por la estimulación de todos sus sentidos.

   No podía tener suficiente, nunca tendría suficiente de él, borracho como estaba de su olor a rosas y algo más crudo, más humano de su suave piel contra sus labios.

    JungKook nunca había sido muy paciente con su Omega, desde el tiempo en que se conocieron hasta entonces, después de dos largos años, todavía eso no había cambiado y JiMin dudaba que lo hiciera alguna vez. En algún punto dejo de sentirse satisfecho con su baile lento y le exigió, demandante como todo Alfa enojado, pero su Omega solo podía encontrarlo lindo (y sexy) bajo su cuerpo.

    Atrapó sus caderas con sus manos como garras, clavando sus dedos en la bonita curvatura mientras arruinaba el último vestigio de la distancia que quedaba entre ellos. Después todo fue una cacofonía de sonidos entre besos robados y suspiros de placer. Entregados en su burbuja personal, compartiendo murmullos, declaraciones de amor entre sus labios, mientras perseguían la cúspide de su deseo mutuo.

     Se volvieron descuidados, apresurados, el sudor corría entre sus cuerpos y el calor picaba en sus pieles desnudas.

    JungKook llegó primero, desordenado, párpados pesados y labios hinchados clamando el nombre de su Omega, luego JiMin lo recompenso con otro beso profundo mientras se dejaba envolver por la propia intensidad de su orgasmo.

     Se abrazaron, tan juntos como podían estarlo, mirándose a los ojos sin decir nada pero diciéndolo todo. JiMin acariciando el rostro de su Alfa, colmandolo de besos como toques de mariposa.

    Entonces JungKook fue el primero en hablar esta vez, tomándolo desprevenido con la magnitud de su declaración.

—Quiero que nos casemos en la próxima luna.

     Fue inevitable para él no buscar signos que revelen el engaño, por mucho que su corazón clamara por su Alfa, todavía seguía siendo solo un Omega plebeyo, un concubino que le vendió su vida a cambio de sustento económico. Y, pese a que los dos años que llevaba viviendo allí le demostraron que JungKook hablaba enserio cuando lo tomó como su favorito y anunció su amor por él, todavía era diferente ser solo una promesa, su prometido, a convertirse en su rey consorte.

    Pero aún si se esforzaba en buscar lo negativo, la realidad se mostraba ante él con decisión, firmeza en la forma en que su Rey afirmaba querer casarse con él.

    Entonces JiMin le sonrió, entrelazando sus manos para besar el dedo anular de JungKook, manteniendo sus labios pegados en el lugar donde pronto estaría su anillo, su promesa de sellar su futuro juntos.

—Te amo, JungKook. Nada me haría más feliz que casarme contigo.

    Lágrimas cristalinas surcaron el hermoso rostro del Alfa.

—Yo también te amo, JiMin —respondió, sonriendo pese a los sollozos incontrolables que le quebraban la voz.— Mi Omega.

     Sus manos no se soltaron por el resto de la noche, luego una marca de mordida decoro sus cuellos, marcas que mostraron con orgullo cuando JungKook anunció su boda.

     Se encontraron como un Omega diferente y un Alfa en una posición de poder que no hubiera elegido por decisión propia. Un Rey solitario que añoraba el amor y un plebeyo que no era entendido por los de su estirpe, pero que estaba dispuesto a ganarse el favor del monarca.

    Se juntaron como un Alfa y un Omega que se amaban.

    Donde converge su amor, en el espacio reservado en sus corazones, siempre se elegirían el uno al otro.



















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Entonces, han pasado 4 años y finalmente escribí este extra. Espero que haya estado a la altura de las expectativas y que la forma de escritura no se sintiera tan discordante con la de hace 4 años.

Infinitas gracias por leer. ❤️

— AmargoCoffe.

Ónix | JikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora