Starry sky

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    Comprender que había dejado de lado el orgullo de su jerarquía y encima consentido que un Omega, ¡su concubino! lo sometiera en más de una ocasión, lo tenía en un constante debate internó que lo traía distraído de sus obligaciones como monarca.

     Pero por mucho que se enojara consigo mismo por mostrarle el cuello, dejándose hacer por sus besos y las caricias expertas que provocaban una agradable sensación en su piel, no puede negar que es una de las razones por las que seguía volviendo a él. JiMin es un Omega adictivo por el que su Alfa no había dejado de clamar, e ignorar lo que dictaba su lobo, sería un martirio para su estabilidad emocional.

     Jamás negó nada de lo que su parte más primitiva quería transmitirle, por lo que no iba a hacer caso omiso a los hechos que hacen evidente cuán apegados están al precioso hombre de cabellos rosados. Desde el principio, tuvo sus sospechas al respecto, ser dócil ante alguien no era algo normal en él, mucho menos que el aroma de un Omega le pareciera agradable como la deliciosa fragancia natural a naranja que liberaba Park JiMin en cada uno de sus encuentros.

     Y, aunque por unas cuantas semanas pudo llevar la situación con calma, restándole importancia a las señales, convencido de que lo que sucedía resultaba el producto de un interés desarrollado hacía adoptar un papel diferente por primera vez; eventualmente tuvo que dejar de disfrazar la realidad que se presentaba ante sus ojos.

     Cierto es que sus preocupaciones solo se agravaban con el pasar de los días. Tras tomar dicha decisión y encontrándose cada vez más cerca de una respuesta que pondría de cabeza su mundo, se alejó de JiMin. Hacía tantos días que su lobo lloraba por la distancia repentina entre ellos y la lejanía de quién erróneamente eligió como su destino.

     No entendía el porqué de entre todos sus concubinos y pretendientes, por sobre todo y todos, su corazón eligió latir por un hombre que llevaba conociendo poco, cuyos únicos momentos «romanticos» fueron aquellos que compartían después de alcanzar el clímax, cuando se hallaba demasiado exhausto para pedirle a JiMin que no sobrepasara la línea entre ellos.

     Sin embargo, ¿acaso alguna vez existió esa línea? por mucho que le gustaría decir que si, la infinidad de tratos especiales que recibió del Omega decían lo contrario. Esa cantidad de veces que despertaron en la misma cama, enredados entre las sábanas y actuando como una pareja, llenándose de marcas de olor que perduran en la piel del otro por el resto del día. Aún sabiendo que llevar el aroma de un concubino encima podía ser considerado de muy mal gusto, poco le interesó.

      Del mismo modo que no le importó que su primer beso, y los siguientes que prosiguieron a ese, fueran robados por JiMin. Cada electrizante choque de sus rosados belfos de algodón, convirtieron sus noches en algo especial. Sin preverlo, añoraba el refugio seguro que encontró en sus brazos, el dulce arrullo de su suave voz y sus manos inquietas trazando su piel desnuda con afecto, cariño. 

     Gustaba de un Omega que no podía tener, porque involucrar sentimientos en una relación como  la suya, era incorrecto, inmoral y perjudicial. Antes de pensar en lo que deseaba, tenía que anteponer sus responsabilidades como Rey. Estando amarrado a una reputación impecable, instruido para tener cada aspecto de su vida bajo control y evitar así cualquier habladurías sobre él; JiMin significaba un peligro para ambas cosas, el flanco débil en la supremacía que imponía.

     Su ilusión amorosa es solo la punta en la montaña de sus problemas. Los recientes acontecimientos desafortunados desviaron su atención lejos del anhelo de buscar a JiMin, pero el hecho de que su vínculo con el reino aledaño se haya tensado tanto en los últimos días y tuviera a su general insistiendo en entrenar a las tropas de su ejército en son de prevenirse, lo inquietaron.

Ónix | JikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora