Delicate

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    Para el próspero reino de Busan fue una grata sorpresa enterarse de que sus reyes estaban en la espera de su segundo cachorro. Algunos miembros de la corte estuvieron en total desacuerdo con la decisión precipitada de sus monarcas por continuar con ello, aún siendo conscientes de que por muchas generaciones no hubieron registros de hermanos debido a los conflictos futuros que podían generarse por el poder.
 
     Sin embargo, ninguna opinión externa se tomó en cuenta y llevaron el embarazo a término, evitando reuniones sociales y salidas para preservar a la reina en la seguridad de su palacio. Con las numerosas complicaciones que surgieron en el camino superadas, tuvieron como recompensa un adorable bebé bien recibido por la gente de su reino y amado por su familia.

    Con el inevitable pasar del tiempo, el tierno infante que pasaba cada tarde correteando por los alrededores sin temor a ensuciar sus finos ropajes con la tierra y el pasto, se convirtió en un precioso Alfa que robó suspiros y miradas de profunda admiración. Sin importar el género, subgénero o clase social, pocos conseguían resistirse al perfecto príncipe de Busan.

      Contando con fuertes características propias de los que se hallaban en la cima de la jerarquía. La expresión siempre solemne de su rostro y el poder emanando de cada fibra de su ser a menudo lograba someter hasta al Alfa más orgulloso. Asimismo, la estrechez de su cintura, los labios de un natural rosado, sus grandes ojos expresivos con espesas pestañas que los enmarcaban y el encantador aroma a rosas que desprendía eran delicadas particularidades, cortesía de su madre Omega.

     Su forma de ver el mundo también distaba mucho de lo que se esperaba de él; lo que pudiera aparentar con su gran fortaleza exterior, no es un punto de comparación con la bondad y pureza de su alma.

      Atesoraba las cosas más pequeñas y sencillas, soñaba con obtener una vida tranquila al lado de su pueblo algún día y se mostraba reacio a la sola mención de tomar el lugar de su padre. De igual forma, un erudito que amaba mucho más sumergirse en la creación de una nueva pintura antes que practicar con la espada, aunque fuera tan ágil con ella como solo un experto podría serlo.

      Aún si todo estuvo dicho desde un principio, recibió la mejor educación para estar preparado ante cualquier eventualidad que pudiera surgir con el heredero al trono y, por ende, tenía un sentido del deber para con su gente que no pudo pasar por alto la evidente falta de compromiso de su hermano.

     Siempre lo sospechó, rogándole cada noche a la Luna que todo fuera una equivocación para mantenerse alejado de los problemas. Su deseo no se cumplió.

     El otro Alfa había sido un hermano ejemplar para él y nunca tuvieron ningún desacuerdo serio que no fueron capaces de solucionar con unas sinceras disculpas de por medio. Eso no hacía que la situación cambiara, porque seguía siendo un hombre que pensaba solo en si mismo y en la gran fortuna con la que se quedaría una vez sus padres ya no estuvieran. El reino le era indiferente y JungKook condenaría a todos a una vida de pobreza e infelicidad si continuaba escondiéndose tras su madre cuán cachorrito asustado, dejando que alguien no apto para gobernar lo hiciera solo porque asi lo dictaba la ley.

     Motivado por ello, comenzó a trabajar en ganarse la confianza de su pueblo una vez su madre partió a mejor vida y el Rey permitió que se interné en un entrenamiento exahustivo junto a los mejores soldados de su ejército, a sabiendas de sus intenciones. Entonces, cuando el momento de enfrentarse al mayor llegó, JungKook estuvo determinado a acabar con su vida y hacerse con el trono.

     Luchó hasta el amanecer en su imponente forma lobuna, exponiéndose a la furia de su querido hermano y no saliendo impune de su improvisado campo de batalla por los feroces ataques de su diestro contrincante. Al final, lo logró, pero darle caza a un miembro de su propia familia sería un dolor con el que cargaría hasta su muerte.

Ónix | JikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora