Troisième chapitre

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Première rose fanée

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Charlie Morningstar, la única heredera del trono infernal e hija única de Lucifer, había tomado la decisiva resolución de emanciparse de su padre.

Movida por un sueño audaz y compasivo, se propuso la tarea de redimir a los pecadores del Infierno, guiándolos hacia la luz celestial del Cielo. Su misión era desafiante: quería detener el Exterminio Anual, una masacre sangrienta que diezmaba a los habitantes del círculo del orgullo. Pero detrás de su noble empeño se ocultaba un deseo más personal: anhelaba encontrarse con esos dos ángeles que su padre le describía en historias cuando era niña, esos seres de luz que quizás podrían enseñarle cómo salvar a las almas perdidas.

Este año era igual, o eso creía, Charlie se había cruzado caminos con Vaggie, un ángel exterminador exiliado del reino celestial por haber mostrado una compasión prohibida; perdonó la vida de un pecador juvenil y por ello fue desterrada. La conexión entre ellas fue instantánea, una chispa de esperanza en la oscuridad eterna.

Cuando Charlie decidió revelarle a su padre la existencia de Vaggie, esperaba comprensión o al menos curiosidad. Pero Lucifer reaccionó con una tensión helada y tres palabras cortantes que resonaron como un veredicto final.

— No lo acepto.

Charlie quedó atónita ante la respuesta de su padre. ¿Qué era exactamente lo que no aceptaba? Ella solo había compartido la historia de un ángel caído buscando redención.

— Pero papá —insistió Charlie con una mezcla de confusión y súplica—, siempre me enseñaste que debemos ofrecer una segunda oportunidad. Estoy convencida de que Vaggie desea redimirse.

Lucifer se levantó abruptamente de la mesa donde cenaban, su figura imponente proyectando una sombra que parecía devorar la luz de la habitación.

— No es no, Charlie —dijo con firmeza—. El cielo tiene sus reglas y el infierno las suyas.

Dicho esto, Lucifer se fue a su habitación, dejando a Charlie confundida por lo que acababa de pasar. Cuestionandose: "¿Por qué mi papá simplemente se negó a la idea de la redención de Vaggie? No lo entiendo, en el momento que solo mencioné que era un ángel exterminador, él simplemente... papá, ¿Que ocultas?"

Charlie al unir las piezas del rompecabezas sobre la actitud de su padre, tenía que investigar más de él, necesitaba saber que era aquello que ocultaba su padre.

Charlie, con la sospecha creciente de que su padre ocultaba algo más profundo que su desdén por los ángeles caídos, decidió que era hora de buscar respuestas. La biblioteca infernal era vasta, un laberinto de conocimiento prohibido y secretos oscuros que se extendía más allá de la vista. Era un lugar raramente visitado, incluso por los demonios más eruditos, pues muchos temían lo que podrían descubrir entre sus estantes.

La joven heredera caminó por los pasillos polvorientos, iluminados solo por la luz mortecina de las lámparas de fuego fatuo. Los libros susurraban historias de condenación y redención, cada tomo una pieza del rompecabezas cósmico que Charlie anhelaba resolver.

Finalmente, en el rincón más remoto y olvidado de la biblioteca, Charlie encontró lo que parecía ser una colección de escritos celestiales. Estos libros no eran como los demás; sus cubiertas brillaban con una luz tenue, como si aún retuvieran el resplandor del cielo del cual habían sido arrancados. Entre ellos, había volúmenes sobre la diplomacia celestial, tratados sobre la moralidad divina y registros detallados de pactos celestiales.

Pero uno en particular llamó su atención. Era un libro sin título, su cubierta desgastada por el tiempo y el uso. No tenía el brillo de los otros; en cambio, parecía absorber la luz a su alrededor. Con manos temblorosas y un corazón palpitante, Charlie lo extrajo del estante.

Al abrirlo, una ráfaga de aire frío escapó de sus páginas, como si liberara los suspiros contenidos durante eones. La caligrafía era elegante pero cargada de emoción, cada palabra impregnada de una melancolía profunda y antigua.

Charlie comenzó a leer las memorias perdidas del ángel:

Te veías tan libre con los demás, mientras que yo estaba encerrado en una jaula de oro impuesta por mi padre y mis hermanos. De verdad que yo amaba; por primera vez no confundía la alegría de vivir con la amenaza y adrenalina del estatus.

En aquel instante, solo existían fragmentos de papel y las huellas de tinta que los adornaban. Me cuestiono, si mi esencia fuera otra, ¿podríamos entrelazar nuestros destinos?

El día de hoy mi padre me ordenó que fuera a supervisar el trabajo que hacías tú y los demás, no puedo negar que quizás ese fue el primer pecado que cometí, enamorarme de un ángel tan "corriente" como tú...

A pesar de ello, tu semblante no reflejaba diversión, ni aprecio por mi acercamiento. Las palabras que pronunciaste, ¿son acaso el espejo de tus pensamientos sobre mí?

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⏰ Última actualización: Jul 17 ⏰

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