Deuxième chapitre*

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Première épine

Me rehúso vivir así, aferrado a cada palabra pronunciada,
ignoraré el juego, si es que juegas con mi alma.

Silencia las voces que imploran, que gritan por ti,
esas que me urgen a confesar que anhelo unir mi camino al tuyo.

Prefiero correr, huir de todo, incluso de la verdad,
pues en el fondo sé que, para ti, seré la perdición.
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Prefiero correr, huir de todo, incluso de la verdad,pues en el fondo sé que, para ti, seré la perdición

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Alastor observaba desde las alturas, su mirada perdida en el horizonte donde el cielo se fundía con la tierra. Su corazón, una fortaleza inexpugnable, se veía asediada por emociones que no deberían perturbarle. Luzbel, el arcángel de luz, había tocado algo en su interior, algo que Alastor había jurado mantener oculto.

— ¿Por qué? — se preguntaba Alastor, su voz apenas un susurro entre las nubes. — ¿Por qué él, de todos los seres, ha logrado perturbar la calma de mi existencia?

La soledad había sido su compañera constante, su aliada en la tarea de impartir justicia divina. Pero ahora, esa misma soledad pesaba como una cadena alrededor de su cuello, una cadena que Luzbel había comenzado a deshacer con palabras de esperanza y miradas de anhelo.

— No puedo permitirlo — se dijo a sí mismo, cerrando los ojos para bloquear la imagen de Luzbel llorando. — No puedo caer en la trampa de los sentimientos.

Pero las palabras de Luzbel resonaban en su mente, una melodía dulce y tortuosa que amenazaba con romper todas sus barreras.

"Solo tú me importas" — había dicho Luzbel. — "Desde aquel día en que me viste desolado y me trataste como a un igual..."

Ese día... Alastor recordaba cada detalle, cada emoción que había intentado suprimir. Había encontrado a Luzbel en un rincón apartado del cielo, su figura celestial envuelta en una tristeza mortal. Alastor había actuado por instinto, ofreciendo consuelo sin saber que aquel gesto cambiaría su destino para siempre.

— ¿Cómo pude ser tan ingenuo? — Alastor se reprendió. — ¿Cómo pude dejar que su dolor me afectara?

La respuesta era simple y, al mismo tiempo, inaceptable. Alastor había visto en Luzbel un reflejo de su propia soledad, un espejo de su alma que no sabía que existía.

— No, no puedo enfrentar esto — murmuró, sintiendo cómo la resolución se desmoronaba dentro de él.

La imagen de Luzbel, con lágrimas corriendo por sus mejillas, lo perseguía sin descanso. Alastor sabía que debía mantenerse firme, que debía alejarse de aquellos sentimientos prohibidos. Pero, ¿cómo ignorar el llamado de su propio corazón?

— Luzbel... — El nombre se escapó de sus labios, una plegaria silenciosa que buscaba respuesta en el vacío.

El viento llevó su voz a través de los cielos, una confesión que nadie más escucharía. Alastor se encontraba en la encrucijada de su existencia, debatiéndose entre el deber y el deseo, entre la soledad y la posibilidad de un amor imposible.

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Les notes de mon coeur. [RADIOAPPLE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora