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Tenía 3 años cuando una organización rusa me adoptó del orfanato en el que vivía desde que tenia uso de razón, el lugar al que me llevaron era una academia en el medio de la nada donde se encargaban de entrenarme junto con otros niños en el arte del asesinato.

Cuando cumplí 5 años en vez de tener una muñeca de regalo lo que tuve fue una daga cubierta de sangre del primer hombre que había asesinado.

Era especialista en el arte del fraude y el asesinato, tuve que ser la mejor en todo, ya que si cometía un error era brutalmente castigada con azotes y sin comida por una semana.

No conocía el amor, la empatia, nada de eso estaba dentro de mi sistema, simplemente era una asesina a sangre fría.

Estudie mil carreras e idiomas ya que los necesitaba a la hora de infiltrarme en la vida de mi objetivo, daba gracias todos los días por tener memoria fotográfica, porque sino hubiera muerto muchos años antes de lo que lo hice.

Tuve mil nombres, pero todos me llamaban Estambul, ese era mi alias.

Muchos de los encargos a los que había asesinado les tenían miedo a la muerte, me rogaban una y mil veces que no los matará, que me darían todo lo que yo quisiera. La verdad nunca los entendí realmente, yo les estaba dando la tan ansiada libertad que yo quería pero que no podía tener.

Lo se mi pensamiento podría ser algo distorsionado de una persona normal, pero cuando tienes la vida que yo tenía, sólo ansias la libertad que te daría la muerte.

Y esa libertad llegó cuando tenía 35 años, a manos de uno de mis objetivos por el que llegué a sentir un poco de empatia y quizás también algo de cariño.

Cuando me traiciono, realmente no lo vi como tal, sino más bien como un deseo cumplido, después de tantos años siendo esclava de una vida que no quería, pero de la que no podía escapar, llegaba una mano amiga que me daba el regalo que tanto quería.

Recibí a la muerte con los brazos abiertos y una sonrisa en el rostro, la cual desconcertó al hombre que me mató.

Cuando la oscuridad me trago verdaderamente creí que al fin encontraría mi paz y podría descansar, como iba a llegar a imaginar lo que me esperaba al final del túnel.

No solo no tuve la paz y libertad que tanto deseaba, sino que el destino y la muerte fueron realmente unas verdaderas perras.

Ahora me encontraba no solo con el cuerpo de un infante, si o que estaba en el pasado en una época machista y rodeada de vivoras que no podían esperar para morderte.

Espero y les guste mi historia, dejen sus comentarios, y votos si quieren que siga con ella.

La espada y el escudo del Sultán Donde viven las historias. Descúbrelo ahora