Capítulo 1

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Sólo hoy

Seguía mirando por la ventana, la que parecía estar flotando hacia afuera; sobresalía y dejaba un espacio reducido —pero cómodo— hacia adentro, lo suficiente como para que una persona pudiera sentarse con las piernas estiradas horizontalmente mientras dejaba descansar la espalda en cualquiera de los muros de los lados. Alguien inteligente, posiblemente el dueño anterior, había hecho esa construcción como si se propusiera hacer su zona de lectura en esa área. Era el lugar favorito de Elsa. La vista de los suburbios frente a ella y la complejidad del cielo cada amanecer. En ocasiones no era la imagen más cálida, pero sin duda era una que la tranquilizaba en sus peores momentos cuando se enfrascaba entre mil memorias que la llevarían y devolverían al mismo sitio de siempre, como si de ese modo pudiera librarse de tanta oscuridad. Como si de esa forma pudiera limpiarse las culpas que cargaba encima.

—¿Elsa? —Su madre, Idun, llamándola detrás de la puerta de madera—. Te esperamos ahí, cariño, ¿sí? ¿Puedes ir en el subterráneo? —"No tengo otra opción, ¿recuerdas?"­—. Llevaremos a Anna ahora —Elsa esperó unos segundos conteniendo el aire, sabía que su madre seguía de pie, esperando una respuesta que no llegaría—. Ella en verdad te quiere ahí, Elsa. Ella... ella te quiere.

"Yo también la quiero, mamá, yo también".

Elsa escuchó los pasos vacilantes de su madre, a continuación, el silencio. Segundos después, abrazada a sus piernas y enroscada en una manta con estampado de cuadros, Elsa volvió a fijar su vista en los cristales de la ventana. Tenían unas salpicaduras de agua de la llovizna que caía desde hace un par de horas atrás, y que ahora iba cayendo con una tranquilidad pasmosa sobre el suelo asfaltado de la ciudad. El clima frío de afuera y la temperatura cálida de su habitación hacían que la ventana se empañara y tuviera que frotar con la manga de su camiseta cada cierto tiempo, solo para poder tener un poco de visibilidad del exterior. A través de la pequeña barrera traslúcida, justo abajo, su padre salió tomando de los hombros a las mujeres de su vida. Los tres parecían felices: él, su madre y Anna. Elsa deseó que sólo fueran ellos tres por siempre, sin ella. Ella, más que nada, no quería ser parte de esa familia. Quizá así se habría ahorrado muchos dolores de distintas especies. Quizá Agdar, por desgracia su padre, no la odiaría tanto en ese momento. Quizá así habría tenido una oportunidad con ella...

Los mayores se metieron al automóvil negro. Antes de hacer lo mismo, Anna echó un vistazo hacia arriba, a la peculiar ventana que daba a la habitación de Elsa en el segundo piso. El corazón de la rubia se encogió cuando su hermana le sonrió y levantó la mano en un ademán de saludo. El cielo se hizo más gris y opaco cuando Elsa no le devolvió el gesto, y en su lugar sólo dejó su cómodo espacio para no tener que ver el rostro desencajado y roto de Anna. Ninguna lograba acostumbrarse a aquello.

Elsa calculó el tiempo que podía demorar su familia en abandonar la casa, y regresó a su sitio de antes, pero esta vez permaneció de pie, esperando algo, posiblemente una respuesta a todos sus males. La ventana estaba empañada de nuevo. Uno solo de sus dedos se posicionó en el cristal y se movió despacio sobre él, formando una letra "A" mayúscula, distorsionada, que enseguida borró con la palma entera de su mano. La molestia empezando a subírsele por el cogote. Tenía asco de sí misma.

"Tienes que ir, ella te espera. No puedes seguir dañándola. Prometiste que la protegerías..."

¿Pero acaso no la estaba protegiendo ya? De sí misma. Mantenerse alejada de Anna era lo mejor para ambas. Para todos en esa familia. Su padre y ella lo creían, ¿por qué los demás no podían aceptarlo?

Suspiró en su sitio. "Sólo hoy", se dijo. Y lo repitió mientras se embutía en unos pantalones negros y una cazadora gris; mientras calzaba unas botas. Lo siguió reproduciendo cuando tomó su paraguas y salió de la casa con nada más que el dinero para usar el subterráneo. Y más tarde, mientras esperaba a que llegara a su estación, supo que no se trataba sólo de ese día. Anna tenía todos sus días.

Cuando me quierasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora