Capítulo 4.

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Louis estaba llorando. ¡Estaba llorando! ¿Desde cuándo que el chico siente pena o algún sentimiento que no sea ironía?

Me puse en cuclillas frente a él y sentí cómo mi corazón se encogía. Tomé aire e intenté colocar mi mano sobre su hombro, pero el valor no llegó.

-Louis...- Susurré. Las lágrimas mojaban su pantalón, y su cabeza gacha me dejaba ver el hueso bien marcado de su columna.

Indecisa, coloqué mi mano sobre su hombro. Sus músculos se contrajeron, y él se movió bruscamente, haciendo que la quitara.

Luego sentí su risa gruesa. ¿Qué mierda? Me puse de pié y carraspeé.

-¿Estás bien?

El chico se puso de pié y me miró de la manera sofocante y asesina que me había inquietado desde que lo ví por primera vez.

El color verde azulado de sus ojos se encontraba brilloso a causa de las lágrimas que lo habían atacado recién, pero su expresión facial no demostraba ningún sentimiento de pena o tristeza.

Bajé la mirada abruptamente al notar que nuestros ojos no se habían separado en un largo rato. Jugueteé con mis manos y me senté en el sillón de siempre.

Me ponía nerviosa el hecho de que me sintiera incómoda frente a un paciente. En la universidad y en mi entrevista para trabajar aquí, lo primero que me prohibieron fué sentir miedo frente a algún paciente.

Subí la mirada para procurar que el castaño se sentara, pero me sorprendió profundamente ver cómo hacía un movimiento rápido y extraño, abriendo la puerta con sus manos esposadas en su espalda.

-¡Hey!- Exclamé, poniéndome de pié al instante y saliéndo trás él. -¡Vuelve! ¡Louis!

El chico corría con sus manos amarradas, y su ropa rasgada y sucia me hacía temer de su pinta criminal.

Cuatro guardias aparecieron de otras secciones y persiguieron a mi paciente lunático.

Uno de los guardias saltó sobre él, haciendo que cayera de cara al suelo. El chico comenzó a exclamar cosas con esa voz rasposa que tenía.

-¡Suéltenme, hijos de puta!- Comenzó a tambalearse y a intentar zafarse. -¡Déjenme!

-Louis, tranquilízate.- Dije en un murmullo. Pero no creo que me haya escuchado.

-¡Yo no debería estar aquí! ¡Déjenme salir!- Louis se volteó con fuerza, quedando boca arriba. -¡Puedes irte a joder a otro loco!

-¡Traigan una aguja para sedarlo!- Gritó uno de los guardias. Me demoré en reaccionar, pero cuando lo hice, mis ojos se salieron de órbita.

-¡No pueden sedarlo!- Grité.

La risa de Louis se hizo presente en el lugar. Esto ya era el colmo. ¿Reírse porque te van a sedar? ¿Normal? No lo creo.

-¡Son todos unos hijos de puta!- Exclamó Louis, seguido de una risa chillona. -¡Pueden irse a molestar a alguien que lo necesite!- Pataleó bruscamente, golpeando a uno de los guardias. -Oh, lo siento, ¿Te dolió mucho?- El ojiverde rió con fuerza. -Estúpido. ¡Pobre imbécil!

-¡Traigan una aguja!- Exclamó una chica de la sección de enfermería. Dos más llegaron y se acomodaron cerca del chico.

-¡Váyanse todos a la mismísima mierda!- Gritó Louis. -¡Todos se irán al puto infierno!

Una de las enfermeras levantó la aguja, dispuesta a clavársela al chico exasperado. Sentí cómo mi pecho se encogía.

-¡Alto!- Exclame. La enfermera me regaló una mirada neutra, para luego clavarle la aguja Louis.

Therapy (Louis y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora