Capítulo 17

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Capítulo 17

-Deberías fijarte por donde caminas, Bella -dice Edward estabilizándome en el suelo.

Así es como puedo notar que sólo tiene unos boxers puestos y su pecho nuevamente esta descubierto. Me alejo de él tan rápido como puedo con miedo de caer en sus encantos otra vez. No entiendo por qué este hombre tiene que ser tan malditamente irresistible. Intento mantener la mirada alta y no me dejo intimidar por su perfecto cuerpo.

-¡Edward! -intento sonar sorprendida aunque la verdad sí lo estoy-. Había olvidado que estabas aquí.

-Me ofendes, Bella. Nadie nunca olvida mi presencia. Soy difícil de pasar inadvertido -sonríe presumido.

-Está bien. Sería interesante quedarme a escuchar cómo engrandeces tu ego pero tengo prisa -digo cortante y lo rodeo para entrar al baño-. Debo tomar una ducha de cinco minutos.

-¿Me estas pidiendo que enjabone tu espalda por ti? -pregunta a mi espalda. Me paro de golpe y lo miro sobre mi hombro.

-Yo nunca dije eso, Edward.

-No de manera directa. La mayoría de las mujeres no hablan de manera directa pero he aprendido a entender su leguaje. Siempre se hablan con palabras clave y, tu "Tomare una ducha" es igual a "Vamos Edward, tengamos sexo loco en la regadera".

Pongo los ojos en blanco y sin decir nada más cierro la puerta del baño detrás de mí. Apoyo mi espalda en la fría madera de la puerta y respiró con profundidad un par de veces. No sé por qué la presencia de Edward me afecta tanto, sólo es un chico como cualquier otro. Sacudo mi cabeza con la esperanza de así poder sacarlo de mi mente y luego me sumerjo en el agua que cae de la regadera.

Me envuelvo en una toalla cuando he terminado y salgo a toda prisa en dirección a mi dormitorio. Me visto con lo primero que encuentro. Le echo un vistazo al reloj que descansa en la mesita de noche y maldigo en voz baja. Ni aunque ocurra un milagro llegaré a tiempo. Suelto un suspiro de cansancio y voy corriendo a la cocina. Detesto cuando mi estómago no me permite concentrarme en clases.

No me sorprende encontrar a Edward en la cocina pero sí me pone nerviosa incluso aunque este vestido. Alice no está, ella siempre sale antes que yo. No me dejo intimidar por él y paso a su lado para buscar algo rápido que pueda comer. Lo miró de reojo y veo que está poniendo un par de rebanadas de pan en la tostadora.

-Buen día, Bella -dice Edward girándose para verme -. Olvide decirlo antes.

-Al parecer no soy la única que sufre de amnesia -respondo con una sonrisa.

El suelta una leve risa. Yo por mi parte sigo abriendo y cerrando las pequeñas puertas de la alacena sin encontrar nada que pueda comer en cinco minutos. Al parecer tendré que irme así. Edward me mira con curiosidad.

-¿Cuál es la prisa? -pregunta. El pan sale saltando de la tostadora y él se vuelve para colocarlos con cuidado en un plato.

-Llegaré tarde al instituto -respondo pasando a su lado para ir por mi bolso.

No es difícil darme cuenta de que él me sigue pero se detiene en el comedor. Busco mis cosas en mi habitación y vuelvo corriendo a la sala. Reviso mi bolso para confirmar que tengo todo lo necesario.

-¿Estas lista? -Levanto la mirada y veo a Edward parado a unos pasos de la puerta, está girando algo entre sus manos-. Vamos, te llevaré a la escuela.

-Caminar contigo a mi lado no me hará llegar más temprano, Edward -le suelto con exasperación.

-No seas ridícula. Te llevaré en mi auto -dice cogiendo una bolsa de papel de la mesa del comedor. Lo miró con incredulidad.

-No creo que a tu novia le guste eso. Se veía muy molesta ayer por la mañana -digo recordando a la chica rubia.

-No tengo novia -dice abriendo la puerta y haciéndome una señal para que salga. Hago lo que me dice y el sale detrás de mí.

Me pide que espere afuera y unos minutos más tarde llega conduciendo su flamante Volvo plateado, subo al asiento del copiloto. El acelera con brusquedad y salgo disparada contra mi asiento, busco a tientas el cinturón de seguridad, lo cruzo por mi pecho y lo abrocho. Sin perder de vista el camino me extiende la bolsa de papel.

-Cómelos antes de que se enfríen.

Abro la bolsa y descubro el pan tostado que estaba haciendo en la cocina, les ha untado mermelada de fresa. Mi estómago gruñe en respuesta.

-Gracias -le digo. Me llevo el pan a la boca y mastico con rapidez por el hambre feroz que tengo-. Edward, si la chica que estaba en tu casa no es tu novia entonces, ¿qué hacía allí?

-¿Hay alguna razón en específico por la cual hagas esa pregunta? -pregunta sonriendo.

-Sólo curiosidad.

-Es una larga historia. Seré lo más breve -se aclara la garganta y comienza su relato:- Su nombre es Megan. Es mi vecina. Cuando recién me mude allí, ella me dio la bienvenida y me dijo que si algún día necesitaba algo no debía dudar en llamarla. Es claro que sus intenciones eran otras. Aquella noche, debo serte sincero, te tire en la cama y no tardaste en soltar todo lo que estaba en tu estómago. Estabas hecha un asco.

-Me halagas, Edward -digo con sarcasmo. El suelta una carcajada.

-No me malinterpretes. Bueno, el caso era que no me atrevía a desvestirte yo mismo. Fui a casa de Megan y le pedí que me ayudara contigo. Por supuesto, ella no acepto hasta estar segura de recibir algo a cambio. Así fue como ella te quito el vestido, cambio las sabanas de mi cama, te limpio y finalmente te cubrió con una sábana limpia. Luego fuimos al cuarto de huéspedes y...

-Ahórrate esa parte de la historia -lo corto con una expresión de asco.

-La verdad, Bella, me arrepiento de haberlo hecho. No es verdad que no hay luz en mi casa. Me fui porque desde esa noche, Megan no ha dejado de acosarme. Odio cuando las chicas se ponen posesivas y que por pasar una noche con ellas ya creen que eres de su propiedad.

-Tampoco es correcto jugar con los sentimientos de las mujeres, Edward.

-Yo no juego con los sentimientos de nadie. Antes de tener sexo con ellas les dejo bien claro que no las necesita más que para satisfacerme. Además, ellas aceptan sin problemas -lo miro con la boca abierta.

-¡¿Cómo eres capaz de hacer eso?! -exclamo molesta. Él se gira para mirarme con sorpresa-. Las mujeres no son tus juguetes, Edward. No puedo creer que seas tan insensible.

-¡Bien! -dice él casi gritando-. La próxima vez asegúrate de no sacar conclusiones tan rápido, Isabella. Y tampoco deberías juzgar a nadie sin conocerlo. No sé qué esperabas de mí pero, nunca encontrarás a un hombre romántico y con sentimientos en un club al que fuiste la última vez.

-No puedes estar seguro de eso.

-Bella, te encontré besando a Emmett. ¿Piensas que él es diferente a mí? Él es mil veces peor. Emmett no soporta estar más de tres horas con la misma chica sin ponerse violento -me estremezco sólo de pensarlo. No creía que Emmett tuviera problemas con su genio.

-Gracias por la advertencia. Ya sé cuáles son las dos personas a las que debo evitar -digo con frialdad. Estoy a unas calles del instituto-. Detente. Aquí me bajo.

-Bella, lamento...

-Para el auto, Edward -le ordeno con voz firme. Él se acerca a la acera y se detiene -. Gracias por el viaje -le digo antes de bajarme del auto y caminar a prisa al instituto.

Al menos, ahora sé quién saco el corazón frío de Esme.

Bajo el Mismo TechoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora