Capítulo 6

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Capítulo 6

-¡Sal de aquí! –le grité con furia. Edward seguía con la vista clavada en mí, me sonroje. Intente alcanzar la toalla pero la jalé con tanta fuerza que cayó al agua y termino empapada.

De alguna manera logre enredarme en ella aún en el agua, salí escurriendo de la bañera. Cuando iba a dar el primer paso mi pie resbaló con el agua que había derramado, Edward salió enseguida de su trance y corrió hacia mí para evitar que me golpeara; él también piso el charco de agua y se agarró de mí para intentar detenerse, por consecuencia ambos caímos a la bañera.

-¿Qué demonios te sucede? –le pregunté casi a gritos mientras intentaba quitármelo de encima, él también hacía un esfuerzo por incorporarse pero algo nos la estaba poniendo difícil.

-Bella, lo siento tanto –dijo. Había logrado salir y ahora me ayudaba a mí. Ahora los dos estábamos empapados.

-Eso no es suficiente. ¿Acaso nadie te enseño a tocar antes de entrar? –le reprendí. No espere su respuesta y me propuse hacer una salida dramática caminando hacía mi habitación pero al parecer me había torcido el tobillo y al intentar dar el primer paso un dolor agudo me recorrió, solté un grito aunque más bien sonó igual a un maullido. Al ver que no podía moverme decidí sentarme en el suelo.

-Bella, ¿qué te pasa? –Edward se puso de rodillas a mi lado.

-Creo que me rompí algo. No debe ser tan grave.

-Déjame ver –con cuidado tomo mi pierna y la estiró en el piso, fue presionando varias partes desde la rodilla hacia abajo pero se detuvo justo en el tobillo ya que solté un gemido de dolor-. Puede ser una simple torcedura o un hueso roto. Ya comienza a inflamarse.

Aún tomaba mi pierna entre sus manos con mucha delicadeza y por alguna extraña razón eso me incomodo, lentamente fui retirándola. El movimiento no le pasó desapercibido y fue él quien me soltó.

-Debes estar congelándote –siguió hablando con normalidad-. Te llevaré a tu habitación para que te cambies. No querrás pescar un resfriado –me paso un brazo por la cintura y comenzó a levantarme.

-No es necesario que lo hagas, me arrastrare –le dije zafándome de su agarre. Me miró como si estuviera loca pero no quito su brazo.

-No seas ridícula. Fui yo quien ocasiono todo así que estoy en deuda contigo.

No me dio oportunidad de protestar ya que deslizo su otro brazo por debajo de mis piernas y me acuno contra su pecho. Su ropa se adhería a su cuerpo por la humedad y podía sentir sus perfectos músculos chocando contra mi cuerpo. Fije la mirada en su rostro y aproveche el momento para apreciar cada rasgo que lo conformaba, sus ojos con una tonalidad verde tan bonita que nunca antes había visto, su nariz recta, su mandíbula cuadrada, y sus maravillosos labios carnosos de color carmesí.

Edward se percató de que lo estaba mirando con atención y se giró, nuestras miradas se cruzaron y una extraña sensación me recorrió por completo. Sacudí la cabeza para aclarar mi mente. Lo volví a mirar de reojo y vi que una sonrisa curvaba sus perfectos labios. Finalmente llegamos a mi compartimento, Edward me sentó en la cama con mucho cuidado.

-Bien, ya estoy aquí, tú cuenta esta saldada y ya no me debes nada. Será mejor que tú también te cambies, debes estar congelado.

-Quiero hacer las cosas bien, si no te importa. Y la verdad es que no tengo ropa aquí pero no te preocupes, estaré bien. Ahora, dime en qué cajón tienes tu ropa, seguramente no puedes moverte –dijo caminando hacía el closet, empezó a buscar en el primer cajón-. Tendré que revisar mejor ese pie, lo más probable es que tenga que llevarte con Eleazar.

-¿Eleazar? –pregunté distraída al darme cuenta de que estaba inspeccionado el segundo cajón, ese cajón en el que ahora recordaba haber guardado la lencería que Rose me había regalado para mi cumpleaños anterior. No había tenido oportunidad de probarme nada aún.

-El médico que saco todo el humo de tus pulmones aquella vez en el incendio. Es un viejo amigo de la familia –explicó al momento de sacar un sostén con encaje negro, lo sostuvo en alto y luego se volvió hacía mí-. Sinceramente espero verte algún día con esto puesto... o tal vez sería fabuloso ser yo quien te lo quitara.

Bajé la mirada al sentir como el rubor se extendía por mis mejillas. No dije nada más mientras esperaba que Edward eligiera algo de ropa seca para mí. Un puño de prendas aterrizo en la cama frente a mí; levante cada cosa para ver su elección, me detuve al ver una delicada falda azul que la última vez que la había usado me llegaba unos centímetros por encima de la rodilla ahora no quería saber por dónde quedaba. Lo miré desconcertada.

-Te será más fácil ponértela.

Asentí al comprender que sería todo un problema ponerme unos jeans. Lo seguí mirando fijamente y después señale la puerta para indicarle que saliera, pareció entender y caminó hacia la salida mientras cerraba la puerta tras de él.

La toalla seguía mojada así que me la quite rápidamente y la lance al puño de ropa sucia que aguardaba en la esquina, necesitaba un bote urgentemente si no quería que la alfombra se llenara de suciedad. Apoye mi pie sano en el piso y me estire hasta alcanzar otra toalla, me sequé el cuerpo y con cuidado deslice la ropa por mi cuerpo. Tomé otra toalla y la enrede en mi cabello para que absorbiera el agua. No creo que hubieran pasado más de diez minutos cuando escuche que alguien llamaba a mi puerta y ya sabía quién era. La idea de ver a Edward hacía que me sintiera ansiosa y eso se reflejó en mi voz al decir:

-Adelante.

El hermoso rostro de Edward se asomó por la puerta a medio abrir, cuando estuvo seguro de que estaba vestida se adentró a la habitación; me di cuenta de que solo estaba cubierto por una toalla amarrada a su cadera y dejaba ver su pecho, su sensual, definido y musculoso pecho. Llevaba algo en las manos, me sonrió y se sentó al borde de la cama.

-Hora de poner manos a la obra –dijo con entusiasmo y abrió el botiquín de primeros auxilios.

Sacó un frasco con pomada para el dolor muscular y lo untó en mi tobillo, hice una mueca ante el dolor que su ligero tacto me produjo. Sacó un rollo de vendas y desenrollo una, colocó un extremo en la punta del pie y fue dándole vuelta hasta llegar a la parte lastimada, puso un diminuto broche y con mucho cuidado regreso mi pierna a su posición anterior.

-Eso servirá por ahora. No creo que sea nada grave, probablemente sólo fue un pequeño desgarre o una torcedura. En un par de día estarás como nueva.

-Gracias –le dije-. Supongo que buscabas a Alice, no está. Salió muy temprano, seguramente debe estar en camino. Puedes volver desp...

No termine de hablar pues Edward se inclinó hacia mí y plató sus labios contra los míos... Me estaba besando.

Bajo el Mismo TechoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora