Un día cualquiera [Matienzo]

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Era un día cualquiera, cuando lo vio por primera vez.

Matías tenía veintidós años e iba caminando, discutiendo acaloradamente por teléfono con su novia. Sin darse cuenta, empezó a cruzar y solo fue consciente de que estaba en rojo cuando su cuerpo salió despedido a toda velocidad.

Estaba clínicamente muerto.

***

Matías flotaba. Su alma, para ser concretos.

—¡Desfibrilador! ¡Tres, dos, uno!

—Sin respuesta. Lo estamos perdiendo.

Literalmente flotaba, observando su propio cuerpo en un quirófano, mientras los médicos y enfermeras intentaban desesperadamente reanimarlo.

No entendía lo que estaba pasando.

—Tranquilo, chiquito —dijo una voz suave y desconocida— No es tu hora, aún no.

En la esquina del quirófano divisó una figura alta, un hombre. El chico iba vestido todo de negro, incluida la chaqueta con capucha que le impedía verle la cara.

—¿Quién sos? —preguntó confuso.

—Soy el que tengo que ser —dijo crípticamente, pero Matías lo entendió todo de golpe.

—¿Es verdad que tú cara es una calavera?

El chico rió suavemente.

—¿Eso es lo primero que se te ocurre preguntarle a la Muerte, Matías Recalt?

—Si voy a morir acá, por lo menos quiero saberlo.

—No vas a morir acá, ya te dije que no es tu hora —dijo el chico, y sus manos subieron hasta agarrar la capucha de su abrigo— ¿Cómo va a ser mi cara una calavera, Matías? El tiempo... el tiempo es mi mejor amigo.

Su capucha cayó finalmente, revelando una hermosa cara. El chico delante suyo tenía la piel morena, más que él, el cabello largo para un hombre y la sonrisa más bonita que había visto en su corta vida.

—Sos muy bonito, para ser la Muerte.

Su risa se mezcló con el sonido del desfibrilador que lo traía de vuelta en esos momentos.

—Nos volveremos a ver, chiquito.

***

—Vi a la Muerte —dijo nada más despertar.

Sus amigos lo miraban confusos.

—¿Matías?

—Vi a la Muerte, Juani. Vi a la parca en persona.

—¿Seguro que quedaste bien de ese golpe, Mati? —esa era la voz de Blas, sonando ligeramente preocupado.

—Es un chico —dijo, sin entender cómo estaba sonando— Es un chico muy bonito.

De repente fue consciente de lo pesado que se sentía su cuerpo, lo mucho que le dolía todo y todas sus emociones le cayeron encima de golpe, haciéndolo perder el conocimiento.

—Creo que quedó mal —alcanzó a oír a un preocupado Fran, mientras sus amigos iban a buscar a una enfermera.

***

La siguiente vez que lo vio, habían pasado solamente dos años y fue en un parque.

Estaba leyendo tranquilamente, cuando sintió como la pelota de los chicos que jugaban al baloncesto en el parque impactaba de lleno en la persona que iba pasando justo delante suyo.

Amor y otras locurasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora