Libre albedrío [Agustín/Enzo]

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Enzo no se quiere casar, pero nunca se hace lo que él quiere.

Tiene diecinueve cuando le comunican que cuando cumpla veinte años en apenas un par de meses, se casará con un alfa de otra familia poderosa del país vecino y maldice más que nunca haber nacido omega. Quizá no le hubiese evitado que le arreglasen un matrimonio por conveniencia, pero todo el mundo sabe que los grandes beneficiados de estos no son precisamente los omegas.

Es demasiado joven para muchas cosas, quiere seguir estudiando teatro y siente su vida derrumbarse. Fantasea con huir, pero sabe que no lo hará, así que cuando le dicen que en dos semanas va a conocer a su prometido siente los nervios en su estómago.

Prometido.

Su prometido, un alfa que ni siquiera conoce y reza porque al menos no sea mala persona y no se lo haga pasar mal. Es todo lo que pide, no quiere un matrimonio como el de sus padres y los de los padres de los pocos amigos que tiene. No quiere un matrimonio en absoluto, pero si tiene que hacerlo... al menos que no sea un mal alfa.

—Vamos, Enzo —lo intenta animar Fran, su amigo omega más antiguo. Sus familias son viejos amigos así que se conocen desde pequeños y han crecido juntos— espero que sea guapo.

—Yo espero que no sea un sociópata —replica, y huele a angustia por lo que Fran se aproxima y lo abraza.

—Que estándares tan bajos, Enzito —bromea su amigo, pero sabe que realmente también está preocupado. Fran también se casó y no por amor, pero por lo menos se lleva bien con su marido. No diría que es un matrimonio enamorado, pero se entienden y no es infeliz.

Desea ser la mitad de feliz que Fran en el suyo, que su futuro marido no sea un pésimo alfa, que no quiera forzarlo a tener cachorros tan joven...

—Pará, Enzo —le dice Fran, poniendo las manos en sus hombros— hueles horrible, estás sobrepensando.

Suspira y se deja caer en los brazos de su amigo.

—Es verdad —admite, y se relaja ligeramente— pero es que no sé que esperarme mañana. Tengo tanto miedo, Fran...

Las suaves manos del otro omega le enmarcan la cara y sus ojos verdes lo miran.

—Yo también tenía miedo, Enzo. Pero al final no salió tan mal. No vayas pensando que todo será malo, conócelo de verdad. Quizá incluso se amen.

—Esas cosas simplemente no pasan —murmura, pero se deja acariciar y mimar por el otro omega el resto de la tarde, preparándose para lo que se viene al día siguiente.

***

Su prometido es, contra todo pronóstico, amable y bien parecido.

Está tan incómodo como él ante la perspectiva de casarse y se le nota, pero está haciendo su mejor esfuerzo en parecer decente y Enzo puede reconocerle eso. Toma delicadamente su mano cuando los presentan y la besa, haciendo que se sonroje.

—Es un placer, Enzo.

—El gusto es mío —dice mirando al alfa que tiene delante. 

Los dejan a solas, más tarde, en el jardín de la mansión Vogrincic y Agustín se ríe cuando suspira al sentarse.

—No te querés casar, ¿verdad?

El alfa no parece molesto, así que es sincero con él.

—Pues no —dice— y creo que vos tampoco.

—No quería, no —admite Agustín— pero no es como si me hubiesen preguntado.

—A mí tampoco —dice con amargura.

Amor y otras locurasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora