𝐋𝐨𝐬 𝐢𝐧𝐦𝐨𝐫𝐭𝐚𝐥𝐞𝐬

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MELANCOLÍA, LA DESGRACIA DE LOS MORTÍFEROS

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MELANCOLÍA, LA DESGRACIA DE LOS MORTÍFEROS. Aquella emoción vaga de tristeza profunda que albergan los simples mortales, y al que se encuentran sentenciados a experimentar en base a sus acciones y consecuencias. Esa susodicha emoción que se establece en los ojos de cualquiera, y en el que por desdicha había pagado un cuarto de renta en un inmortal que siempre se había caracterizado por su brillo, y felicidad.

Apolo es conocido por los demás dioses griegos como un ser de felicidad, luminosidad, inteligencia, y con una vida social tan activa. El dios de la música y la poesía siempre desprendía una esencia tan especial que sería difícil describir a tan simples palabras. 

En los banquetes no podía faltar el rubio tocando su tan preciada arpa, deleitando a las demás deidades que al final le agradecian levantando sus copas de diamantes con aquellos licores perfumados de frutos rojos, en su honor. Le fascinaba derramar aquel talento, y esa fascinación por la música propia y la ajena.

Sin embargo, la deidad últimamente se había vuelto decaída. Su humor cambiaba conforme el tiempo pasaba, ya no realizaba sus obras de arte con aquella pasión, su arpa cada vez dejaba de emitir aquellas bellas melodías, su arco pasó de estar en su espalda a estar en una esquina de la habitación del Olimpo, y su brillo dorado había disminuido, restándole vida y color al pobre dios, que comenzaba a verse gris.

Su existencia se había vuelto desdichada, sin saber el por que de sus emociones. Apolo lo tenía todo, riquezas, luz, felicidad, elegancia, inteligencia, monumentos, arte, todo era de él, sin embargo ya nada podía mantenerlo feliz, ni siquiera Helios, el dios del sol, su amigo más íntimo y leal, pero, ¿por qué?

—Suficiente.—Exclamó con desesperación Helios.—Estoy harto de ver como te pudres en este lugar.

—¿Qué es lo que esperas que haga?—Cuestionó Apolo con aburrimiento. 

El dios se había mantenido enclaustrado en las mazmorras, únicamente observando los montones de pergaminos desorganizados por el suelo de mármol, algunos destruidos, otros con grandes manchones de tinta y vino, y muchos de ellos sin terminar.

—Espero que tomes tu jodido arco, y salgas a disparar algunas flechas al jardín mientras que los rayos de sol te den un poco de color. Te encuentras pálido, creeme, hasta Hades tiene mucho más color que tú.—Se burló mientras le tendía el arco a su amigo.

—No tengo animos de disparar flechas, Helios.— Respondió Apolo rechazando el artefacto.

—De acuerdo, entonces toca el arpa.—Sugirió mientras le tendía el instrumento.

—No me apetece, gracias.

—Joder, Apolo.— Susurro con desesperación mientras dejaba bruscamente el instrumento en una pequeña nube que se encontraba en la habitación.—Está bien, entonces escribe un poema, vamos.—Ánimo.— Hace mucho que no escribes un poema hablando de mi belleza cegadora. 

Apollo's daughter━━Demetri VolturiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora