Capítulo 5

311 38 14
                                    

Terrence

El doctor Rivers espera en el pasillo, junto a la puerta. Su cara es seria, preocupada incluso. Esto último hace que la ira que arde en mi interior, desde que la escuché hablar sobre nuestro supuesto matrimonio con tanta soltura, se atempere un poco. Mi mente es un torbellino de pensamientos en los que ninguno tiene sentido.

¿Por qué miente? ¿A qué está jugando? Sobre todo, una pregunta no deja de darme vueltas en la cabeza: ¿dónde está el imbécil de su marido?

—Señor Graham, ¿me escuchó?

Mi atención regresa al doctor Rivers.

—Lo siento, estaba pensando en la condición de Candice.

—Es probable que en unas pocas horas su mente se aclare y sus recuerdos regresen.

Asiento a sus palabras, pero una duda surge en mí.

—¿Está seguro de que su pérdida de memoria es real?

—Lo es, señor Graham. La señora Candice perdió algunos recuerdos y, al parecer, durante las horas que estuvo inconsciente creó otros.

—¿Cómo es eso posible? —indago sin poder creer que, de todos los escenarios posibles, su mente haya decidido creer que estamos casados.

—Desafortunadamente no tengo experiencia en este campo y no puedo darle un diagnóstico más exacto o una solución satisfactoria, pero quizá tenga que ver con lo que haya estado pensando antes de desmayarse por el golpe.

La explicación del médico, en efecto, no me satisface.

—¿No hay otra cosa que podamos hacer? Tal vez si hablamos con ella y le contamos sobre su condición se esfuerce para recuperarlos más rápido.

El médico me mira en silencio unos segundos, sopesando mis palabras, pero por su expresión intuyo que va a negarse.

—No me gustaría arriesgarme a causarle un daño mayor, no sabemos cómo podría reaccionar o qué efecto podría tener. Le recomiendo esperar a que regresen por sí solos.

El dictamen del médico es desalentador.

—¿Y si no regresan, doctor? —pregunto porque nada garantiza que lo hagan.

—Esperemos y veamos, señor Graham.

—Ella cree que soy su esposo, doctor —le recuerdo—. ¿Cómo puedo sentarme a esperar?

—¿No es usted actor? —pregunta y yo asiento—. Entonces actúe como uno —sugiere.

¿Actuar como uno? ¿Fingir que lo soy cuando una vez deseé que fuera realidad?

Antes de retirarse a revisar a sus otros pacientes, el doctor Rivers me da algunas recomendaciones más sobre los cuidados que Candice necesita, como el hecho de que no puede dormir en varias horas, pero ninguna de estas supone un problema. También me informa que al día siguiente —si no ven ninguna complicación importante—, le darán de alta. A qué se refiere con complicación importante, no lo sé. Mis pensamientos están enfocados en lo que sucederá cuando le den el alta. Esto sí representa un problema porque… ¿a dónde la voy a llevar? Por mucho que Rivers insista en la importancia de seguirle la corriente, no es tan fácil. No es como si pudiera ir por ahí adoptando esposas de mentira, mucho menos cuando esta ya tiene su propio esposo. Pensar en eso subleva mi mal genio. Y también me dio la solución. Candice tiene un marido, es su responsabilidad hacerse cargo de ella, no mía. Ella dejó de ser mi problema hace tiempo. Ella no es nada en absoluto para mí.

—Señor Graham. —La enfermera que el doctor Rivers dejó con Candice se asoma por la puerta—, debo ir a revisar a otro paciente. ¿Puede quedarse con su esposa un momento y asegurarse de que no se duerma?

Nuestra historia estaba incompletaWhere stories live. Discover now