14- Las fiestas de VillaOT

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—¡Hola, chicas! —entró Chiara a la escena con una sonrisa más ancha de lo habitual. La pobre ingenua pensando que Violeta había descubierto que le gustaban las chicas...

—¿Y eza felicidá? —preguntó Ruslana risueña después de que ambas hermanas siguieran con la mirada el recorrido de saltitos que dibujó la pelinegra para llegar hasta la mesa.

—Hoy puede ser un gran día—sonrió, sentándose en una de las piernas de la granjera y rodeándola con los dos brazos por el cuello. Violeta encogió sus cejas y miró a Ruslana sin hacer ni una sola mueca.

¿Qué paza? ¿No hay zillas en er bá que ze me tiene que zentá en lo arto? Güeno, tampoco peza tanto. Y tiene er culito calentito. ¿Y ara' pa' qué me coge la mano y me la pone en zu cintura? Oy, oy, Kiki, qué curva más cómoda. No me importaría agarrarte to' la mañana, vamo'. Es como acariciá el lomito de una burra.

—¿Cómo za' portao' mi marío?

—Ah, pues muy bien. Perfecto—asintió con rapidez, ansiando pasar de ese tema—. ¿Y vosotras? ¿Qué hacíais?

—Po' tomarno' una cervecita, ¿no lo ve'? Píete argo y te comes con nozotras unos...

—Altramuces—se adelantó Ruslana pronunciando con tremendo esfuerzo y delicadeza la palabra. Violeta echó su cara hacia atrás ante la sorprendente y extraña intervención de su hermana.

—¡Vale, voy! —exclamó contenta, dejando una descarada caricia en la mejilla de Violeta antes de entrar a buscar al camarero.

—¿Qué ha zío ezo, Ruslana?

—Ta' zobao' to' la cara, me meo. Eza quiere contigo.

—No, yo digo lo de "altramuces"—intentó repetir con burla la exagerada pronunciación de su hermana.

—Ah, hija, po' que como ziempre estás con lo de que no la incomodemo' con zu bollerismo... Po' no me parecía mu' bien decirle que ze comiera unos chochos.

—Bien penzao', Rus—ladeó la cabeza—. Pero zi ze llaman chochos, ze llaman chochos.

—¡¿De qué habláis?!

—¡Po' de las fiestas! —gritó nerviosa Violeta, recibiendo de nuevo el trasero de Chiara en su muslo.

Pero de verdá, ¿qué le paza hoy? Está de un zobón que ni er Juanjo. No, no viá escuchá a Ruslana porque luego me hago el lío. Chiara ya me dijo una vé que porque le gusten las tías no tengo que gustarle yo... Ni yo, ni toas', vamo', quiero decí. Ni yo, ni Ruslana, ni Dolore', ni nadie. A vé, arguna mozita le hará tilín, por zupuesto. Digo yo. No zé. Ojú, Violeta, cierra el hocico. Que zuplicio tené que escucharme tor día. Ojalá vendieran bozales mentales.

—Ay, qué guay. ¡Tengo muchas ganas de feria! —exclamó dando un sorbo a su tónica—. Ruslana, ¿tú sabes cuál es mi zorpresa?

—¿Qué zorpreza, niña?

—Lo que he organizao' con la alcadeza... —le guiñó el ojo la granjera a su hermana, quien asintió lentamente.

—Te va a encantá, Kiki. Pero es mañana, ¿eh? No te hagas iluziones—aseguró Ruslana—. Por cierto, moza, ¿podrías ayudarnos con una cozita?

—No nos puede ayudá, Ruslana, que es zu zorpreza—intervino Violeta molesta.

—Es otra coza, zo penca.

Se viene. Se viene. Me va a confesar su viaje inesperado a la acera contraria. Joder, joder. Y yo sin depilar. Mierda. Bueno. Violeta es una salvaje. Esto va a ser muy salvaje. Uf, hacía tiempo que no me ponía así de nerviosa. Pero si estás tol' día paniqueando... Bueno, eso es otro tipo de nervios. Los de ahora tienen sentido, porque me va a confesar que...
—Es que ze nos ha caío la orquesta de esta noche... nos han dejao' tiraítos. Y la arcadeza lleva to' la mañana pidiendo colaboración ciudadana pa' conzeguí argún espectáculo que amenice la feria.

Girazoles // KiviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora