IV

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Damned if I do,
Damned if I don't.

"Sigo pensando que esto es una mala idea, ¿cuando fue la ultima vez que un Jefe de Estado ofreció entrevistas a la prensa?" Preguntó Blas irónicamente, desde su asiento.

"Oh, ¡yo se esa! Soriano, creo que lo mataron en prision tras su deposición por crímenes contra el Estado..." Respondió Agustín Lain, su jefe de prensa. "Pero tranquilo eh, Agus. Nadie va a matarte, el lunático que contrataste para tu seguridad parece saber exactamente lo que está haciendo."

Con un gemido de exasperación Blas se llevó las manos al rostro, evitando ponerse a gritar ahí mismo. En todos sus años de carrera jamás pensó que llegaría el día en que sería testigo de cómo el barco comenzaba a hundirse. Aún recordaba los días en la facultad, los sueños y planes que tenia Agustín, como sus ojos se iluminaban al hablar de cómo iba a cambiar el sistema desde adentro una vez que llegara al poder.

Vaya mierda. Cinco años de regencia después y lo único que había cambiado era que hoy en día, absolutamente nadie en la Republica pensaría siquiera en votar por Agustín Pardella, ni siquiera si les sobornaban o compraban sus votos.

¿Como es que todo había acabado tan mal?

Bueno, eso no era tan dificil de responder. Las buenas intenciones no te llevan a ninguna parte, no cuando no tienes a las personas correctas en tu equipo.

La administración de Agustín era el perfecto ejemplo de todo lo que no se debe hacer durante una regencia. En ese punto, el escándalo más leve con el que habían tenido que lidiar era justamente el mayor de los problemas que presentaba la Republica cuando comenzaron a trabajar. Así de mal se había tornado todo. Un día peleaban por justicia, por los valores de integridad y el trabajo. Ahora trabajaban para encubrir y luego desechar a cuanto ministro se le ocurriera desviar fondos, violar mujeres o traficar con líderes de carteles.

¿Es que acaso en el mundo todo era blanco y negro?

A Blas varias veces se le ocurrió que quizá no era que el mundo fuese blanco y negro. Así como tampoco podía existir una línea radical entre las buenas personas y las malas, pero para el gabinete de Agustín parecía que absolutamente todas las personas malas con agendas ocultas bajo la jurisdicción de la República se habían montado al barco del buen Pardella. Y ahora estaban pagándo las consecuencias.

"Blas, ¿quieres tranquilizarte?. No es como si mañana por la mañana intenten dar un golpe de Estado, las fuerzas armadas adoran a Agus."Blas se mordió los labios para evitar responder lo primero que se le vino a la cabeza: una serie de maldiciones.

"Lain, no se en que planeta has estado viviendo o bajo que administración trabajas, pero la realidad es esta: Pardella no da mas. Lo odian. Cada decisión de los últimos seis meses ha sido recibida con 70% de desaprobación y eso es básicamente repudio público." Se puso en pie. "Creería que en este punto durante la Revolución Francesa ya habían decapitado a Luis XVI."

Agustín, su premier, suspiró. El hombre había estado sumamente callado desde el jueves pasado. La reunión que habían sostenido en la Cámara de Consenso había sido un verdadero desastre, Blas pensó más de una vez que alguno de los miembros del partido opositor iba a lanzársele al premier con rumbo a su cuello y con deseos oscuros. El hombre ya ni comía, y Blas a veces le encontraba viendo hacia algún punto mas allá de la realidad, con sus labios temblando y sus manos empuñadas abrazándose a sí mismo.

"No es momento para la negatividad, aún nos queda un año de regencia. ¡Mucho puede cambiar en un año!"

"Por supuesto, que nos saquen antes de acabar el mandato, ¡eso si que es posible!" Blas avento sus manos al cielo, totalmente exasperado. "Porque si por un segundo has pensado qué hay manera de dar vuelta atrás a todo esto, deberías de pensar que esto de ser jefe de prensa no es lo tuyo."

Little Dark Age | matienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora