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Todo es tan pacífico..
Muichirou se sentía en paz consigo mismo. El arroyo llevaba las aguas cristalinas con delicadeza, reflejando los tenues rayos del sol. Los árboles tan inmensos como vulnerables antes la mano del hombre eran el hogar perfecto para las aves y sus nidos. El dulce piar de los pequeñines creaba un ambiente perfecto e irreal.

Tokitou parpadeó un par de veces, aún desconociendo qué hacia él en un lugar así. Se levantó de la gran piedra en la que estaba sentado y comenzó a caminar sin rumbo fijo.
Todo estaba en calma, el menor miraba con curiosidad todo a su alrededor. Por ende, terminó tropezando con una roca y emitió un sonido de sorpresa al caer; vio rápidamente su tobillo, afortunadamente estaba bien. Al ponerse de pie continuó avanzando por el bosque hasta llegar a una pradera con hermosas flores. El tiempo pareció ir más rápido ya que el bello ocaso era la maravilla que adornaba el cielo. El pelimenta observó con felicidad el atardecer, podia sentir los colores cálidos en su rostro, la sensación era sublime.

El silbido del viento hizo que su cabello pareciese flotar, Tokitou rió por ello momentáneamente. Toda preocupación o miedo se habia ido, ahora solo sentía una inmensa calma.

De pronto, comenzó a llover de la nada, empapando al menor es un instante. Muichirou ni se inmutó, miraba el horizonte con expresión neutral pues las nubes cual cortinas cubrieron todo rastro de luz y en su lugar dejó un ambiente húmedo y triste.

Emprendió camino nuevamente, pendoneando mientras sus sandalias se comenzaban a ensuciar con el barro. El escenario cambió a uno nocturno, mas las 'lágrimas de la bóveda celeste ' aun seguian presentes. Una ventisca fuerte apareció y como consecuencia hizo que su propio cabello bloqueara su visión, causa de la cual hizo que se resbalara y cayera en un charco de agua y césped; ensuciando sus ropas.

Truenos fuertes se escucharon, la lluvia se intensificó, trayendo consigo ventarrones. Tokitou oía como los ruidos de la naturaleza se convertían en pequeños pitidos que poco a poco subian de volumen en lo que él seguía allí, sin ponerse de pie quedandose en la misma posición desde que cayó.

En un parpadeo, todo el mal clima desapareció viendose a si mismo hace unos meses atrás. Era extraño, no entendia nada de lo que estaba pasando.

Su yo del pasado lucia muy feliz, riendo animadamente junto a su amado Tanjiro y Nezuko. Hablaban sobre temas triviales para jóvenes de su edad sentados bajo un árbol del patio de su finca en un dia soleado.

Aquel 'recuerdo' se distorsionó, cambiando a otro, en donde el Muichirou del pasado sonreía mientras caminaba junto a Kamado por la sede. Aquella tarde los cazadores de bajo rango que se encontraban allí miraron boquiabiertos al pilar más joven de la cofradia sonriendo y tomado de la mano con un cazador cualquiera, indigno de su puesto por llevar consigo a un demonio. Hashiras como Rengoku o Uzui parecian contentos y conformes con la relación prematura de los adolescentes.

Tokitou miraba con un ligero brillo en sus ojos todo lo que sucedía, recordando los preciosos momentos junto a su pareja. Más recuerdos llegaron, y en cada uno de ellos se les veian muy alegres, complementándose el uno al otro cual yin y el yang.

Muichirou sonrio nostálgicamente, puesto que sabia que ya nada volveria a ser como antes, no desde lo acontecido hace unos pocos meses atrás. Él lo sabía perfectamente, pues por algo no se mostraba el último suceso que hizo que su relación comenzara a deteriorarse, como si fuese una flor a la que le vas quitando los pétalos para que al final solo quede el tallo.

Un recuerdo final apareció, uno en donde se veía al mismo pelimenta darle una bofetada a Tanjirou, mientras le gritaba muchas cosas horribles y Kamado solo baja su cabeza mientras se sostenía su mejilla lastimada y roja.

"Me perteneces, eres mi propiedad"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora