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El hermoso ocaso reflejaba luminosos colores en las aguas cristalinas de la pileta. Tanjirou descansaba tras el entrenamiento con su pareja y yacia en el suelo de la finca, totalmente atraído por el arco iris que se formaba en el mojado mini estanque.

El joven Kamado relacionó esta belleza visual con la vida misma. La vida humana que existe en tan solo un parpadeo, que no dura por siempre y por eso mismo es algo tan preciada y codiciada. Recordó por un momento a su novio, lamentablemente él había despertado la marca de cazador y su límite de existencia era de 25 años. Su mirada estristeció y sus cejas se curvaron, no dijo nada y permaneció en silencio.

Quiso haber podido impedir que eso sucediera, Muichirou merecía vivir mucho más hasta llegar a la vejez junto a sí mismo.

Desgraciadamente, el peliburdeos moriría primero y le dejaría una enorme tristeza a su amor. Sacudió su cabeza hacia los lados para alejar esos pensamientos tristes y enfocarse en otras cosas.

Se quedó perplejo al sentir como era abrazado por su pareja. ¿Cuando había llegado? No lo sabía, pero algo sí supo y fue que recién notó que espesas gotas de agua salían de sus ojos y resbalaban en sus calientes mejillas.

— No llores Tanji~, no me gusta verte así. Mi corazón se rompe en mil pedazos cada vez que sufres, pero no te preocupes bebé, estoy aquí, Muichirou está aquí.

Puso una de sus manos en su cabeza y la acarició con suavidad. Ahora ambos estaban sentados abrazándose, el de haori a cuadros trataba de parar de llorar, mas parecía que la tristeza no quería abandonarlo.

Tokitou se separó poco después y besó su frente, el otro se ruborizó levemente y sus lágrimas fueron secadas por las manos contrarias. El pelimenta besaba sus mejillas sosegadamente mientras le tarareaba una melodía suave para calmarlo.

A los pocos minutos, el de pendientes Hanafuda reposaba su cabeza en las piernas del más joven. El de ojos verdosos menta acariciaba los suaves cabellos de su querido, antes de esto Tanjirou le explicó el por qué de su llanto y el pilar lo comprendió.

— Siempre voy a cuidar de ti, nubecita. Eres mi más grande tesoro y quiero que seas feliz. No importa lo que me pase a mi, siempre velaré por tu seguridad y tus sueños. —Lo besó en la frente y continuó— Mataría a cualquiera que te hiciera llorar y lo digo en serio, pero me siento culpable de saber que la razón tras tus lágrimas soy yo. Pero, me alegra haber podido subir tu ánimo, mi amor.

Tanjirou tendría sus ojos cerrados, pero no estaba dormido, escuchaba las palabras suaves de su amor contra su oido y con ello era todo lo que necesitaba para estar bien. Sentía cosquillas en su oreja izquierda por culpa de las hermosas hebras negro- menta. No obstante, no le importaba aquello, solo quería seguir oyendo a su novio por siempre.

( . . . )

Abrió sus ojos con pesadez, observó hacia los lados y se dio cuenta que estaba solo. Sí, recordaba perfectamente lo sucedido de la noche anterior y por ello, no se podía sentir más que sucio.

Se supone que era algo normal para él, aquello pasaba a menudo. Entonces ¿Por qué esta vez había dolido más? Sintió sus pantalones pegajosos debido a su propia escencia y la de Muichirou. Se inspeccionó a sí mismo, encontrándose con infinitas marcas en su cuerpo, parecía un "cielo estrellado" por los incontables chupetones y mordidas en él.

Quiso levantarse, mas sus piernas no respondieron y cayó al futón, Hizo otro intento, pero fracasó igualmente. No pudo evitar sollozar.

Sus hermosos ojos cual rubies eran opacados por húmedas lágrimas. Un recuerdo invadió su mente inesperadamente, uno el cual el propio Tanjirou no sabía ni qué existía. Era como si fuese un buzo que había encontrado un objeto valioso hundido en las profundidades del inmenso océano.

"Me perteneces, eres mi propiedad"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora