II: Ciudad perdida.

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El recorrido se resumió en episodios disociativos, se sintió como pasar de un portal a otro con facilidad. De hecho, antes creí que salir de Lombi llevaba mucho más tiempo.

Llegamos a nuestro destino, pero estaba subdividido por sectores. Tomamos un atajo y nos ubicamos en lo que parecía ser la tercera parte de la ciudad, una miniciudad dentro de la ciudad (para no llamarle pueblo). Por alguna extraña razón, todos parecían sin ánimos de vivir, indiferentes a los turistas. Nos miraban y ni siquiera nos reparaban. Parecían estar inmersos en sus recuerdos, en sus situaciones.

El clima era anómalo, acompañado de vientos con una fuerza bruta para mover a cualquiera que no estuviera con los pies firmes sobre la tierra; la gente parecía estar levitando por la misma ventisca. Irónicamente, el sol nos acompañaba de manera tan ardiente que parecía tener intenciones de generar cáncer con sus radiaciones.

Kristal me miraba con una expresión confundida. Se aproximó a una señora para preguntarle por la dirección indicada en la carta. La mujer la observó con hostilidad y, de repente, arremetió contra ella, repitiendo con una voz ronca, que no éramos bienvenidos en aquel lugar. Tuve que intervenir para evitar un conflicto mayor.

Decidimos alejarnos hacia un área con más sombra, pero incluso entonces, la frase de la carta seguía resonando en mi mente: ¿Había cometido mi madre algún acto grave? ¿A qué verdad se refería? A pesar de mi sensibilidad, la ansiedad por descubrir la verdad me consumía. Y lo peor era el temor de no volver a ver a mi madre o de saber que permanecería envuelta en el misterio, con el recuerdo de su figura vestida de negro y el penetrante aroma del vino aún impregnado en sus venas. Ahora, al menos, comenzaba a comprender por qué aquella noche había sido tan trágica.

—Si se pudieran ver películas mentales, me encantaría comprarte un boleto para tener esa misma concentración que tú.— Me sacó de mis pensamientos una chica con aura muy distante y con mucha iniciativa de seguir una conversación, al parecer.

Me llamó la atención apenas la vi, pero me acobardé. Kristal, en cambio, notó mi estúpida cara y volteó a verme con decepción:

—No sabía que te gustaban las raritas, porque esta parece de todo, menos de que sepa qué es un baño. Madura, Antony. — Mencionó despectivamente, como de costumbre.

—Kristal, no tienes que hacer ese tipo de comentarios para demostrar tus celos.— Le digo de forma altiva, mientras ella me mira de pies a cabeza con asco, pero me toca el cabello como símbolo de "ya, ya, lo que pienses".

—Bueno, son tus gustos, no los míos, pero por lo menos, si se van a casar, dile que procure que el vestido no sea de negro.— Quedé confundido mientras miraba al suelo por tres segundos.

—¿De qué hablas? ¿Acaso tienes problemas de daltonismo crítico o algo parecido? Capaz le pido que utilice ese mismo vestido rojo que lleva puesto.— Después de eso, no fui el único confundido, juro que la cara de Kristal fue un poema.

Los dos sentimos que no estábamos hablando de la misma persona y nos alejamos de la chica, así empezamos a compartirnos lo que veíamos en ella. Básicamente, yo vi esto:

 Básicamente, yo vi esto:

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Y Kristal esto:

La misteriosa chica se acercó a nosotros y con una sonrisa enigmática en los labios pronunció lentamente:

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La misteriosa chica se acercó a nosotros y con una sonrisa enigmática en los labios pronunció lentamente:

—Ahora que han llamado la atención de los habitantes de este lugar, será mejor que se preparen.— Advirtió y tomando un respiro continuó:
—Los secretos que buscan son más peligrosos de lo que imaginan... Me da mucha pena no haberme presentado antes y no recibirlos a tiempo, mi nombre es Lisergia.—

El acto seguido fue el de Lisergia desapareciendo, no sin antes entregarnos una nueva carta con un sello muy peculiar, dejándonos con el corazón latiendo con fuerza y una sensación de inminente peligro.

Secretos, secretos y más secretos, qué sorpresa...

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Bienvenido a mi infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora