Capítulo 24: 🥀Despedidas y Reencuentros🥀

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La mañana siguiente tras la boda de Francis e Iseut, Adeline debía de partir al reino de Essex, el momento de casarse con el príncipe heredero había llegado. Una brisa fría la estremeció, se acomodó la manta blanca que llevaba. Junto a la familia real, se hallaba a las afueras de Beyorn.

—Hermana mía, os deseo un buen viaje —el abrazo de Emily la reconfortó —Pido a dios que os otorgue felicidad.

—Os lo agradezco, hermana, pido lo mismo para vos.

Su madre, la reina Editera, fue la próxima en despedirse.

—Aunque Beyorn será siempre vuestro hogar, recordad que debéis de dar prioridad a Essex. Convertios en una mujer digna, hija mía.

—Por supuesto, madre, haré que os sintáis orgullosa.

Adeline alzó la cabeza, para observar el cielo de Beyorn unos instantes. Algunos copos de nieve le cayeron en el rostro y se estremeció ante tal contacto. Pestañeó repetidas veces para alejar las lágrimas, ansiaba retrasar su partida y dejar atrás todo lo que conocía.

«Os extraño tanto como os envidio, Elizabeth, vos lograsteis casaros por amor. Vislumbré tal emoción en vuestros ojos, la última vez que nos vimos»

¿Qué le esperaba junto a un hombre que le parecía vil? Sin duda, tendría que soportar en silencio más de un desliz. Solo le quedarían los recuerdos felices que viviese con su amada Reina Suprema. Tras la sonrisa, ocultaría el dolor y el anhelo.

La llegada del carruaje y de los caballeros que la acompañarían la devolvió a la realidad. Hizo una reverencia a su familia, antes de darse la vuelta para entrar.

—Esperad, hermana mía —Edward sostuvo la puerta del carruaje, le tendió una bolsita a Adeline —Tomad, el contenido de esta bolsa os protegerá.

—¿Qué contiene, hermano mío? ¿Alguna clase de artilugio?

Edward le sonrió, le tomó una de las manos y susurró:

—Es el cabello de una dríade. No preguntéis como lo he conseguido, las confidencias que os hice en el pasado tienen la respuesta.

Adeline asintió con la cabeza, le dirigió una mirada de comprensión.

—Hermano mío, el amor nos ha resultado doloroso.

—Cierto es, hermana, pero no dejaremos de atesorar los recuerdos.

Adeline le dedicó una última mirada a su hermano, acto seguido cerró la puerta del carruaje. Cuando este comenzó a moverse a una orden de Edward, ella se permitió llorar. Cada instante junto a Kimberly le vino de golpe a la memoria. El toque suave de sus manos, las veces que yacieron abrazadas. El largo camino a Essex, le dejaría adoptar la máscara de frialdad que necesitaría.

El carruaje se detuvo de forma brusca, Adeline sacó un pañuelo para secarse las lágrimas.

—¿Por qué nos hemos detenido? —se acercó a la puerta que le separaba del cochero.

—Milady, una espesa niebla nos rodea. Los caballos son incapaces de ver gracias a ella.

 Los caballos son incapaces de ver gracias a ella

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(Saga) Legado De Sangre I: Fuerza De AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora