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"En la espesa oscuridad se encuentran los mejores diamantes esperando ser pulidos".
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Esta soy yo, Anna.

Vivía una vida opuesta a lo que es la definición de felicidad, "perfecta". Desde mi infancia tuve que asimilar la realidad, dándome cuenta de que era una cruda y dura verdad. Nos engañamos a nosotros mismos con "El tiempo lo cura todo". El tiempo no cura nada, solo nos ayuda a tratar de asimilar las cosas, las heridas del pasado  aprender a vivir con ello.

Empezó en el instante en que asimilé todo. Comencemos.

Vivía en lo que para mí era una hermosa familia: un padre ejemplar, una madre amorosa, atenta, en espera de mi hermana... la mejor familia del mundo. Nada era tan perfecto como parecía ser.

Como todos los días, desperté con una radiante mañana, los pájaros cantaban, los rayos del sol pasaban por mi ventana. Me senté pensando por unos segundos en lo grandioso que sería mi día, el último despertar con mi supuesta "hermosa" familia. Con tan solo 10 años, vi como toda mi vida era una total mentira.

Me dispuse a tomar una ducha, luego  empecé a  preparar mis cosas, ya que hoy tendría clases. Estaba un poco ansiosa por llegar a la escuela  ver a mis "amigos", quizás eso era lo que yo pensaba. Bajé por las escaleras para ir a desayunar, como siempre estaba planeado. Saludé a Marie, la señora del servicio, que estaba preparando la mesa, noté algo extraño. Mis padres no estaban sentados en ella, como siempre  a esa hora.Eran muy puntuales, así que le pregunté a Marie con una mirada extrañada:

—¿Sabes dónde se encuentran mis padres? —.Sí dijo Marie, asintiendo—. No vayas, están en una conversación muy importante y no quieren ser interrumpidos.

Al ver su rostro, estaba un poco asustada. No dudé en pensarlo dos veces. Subí las escaleras  le dije que había olvidado algo. Ella creyó muy bien mi actuación  no preguntó nada. Cuando ya estaba al frente de la puerta, solo pude escuchar gritos. ¡Gritos! nunca antes había sucedido eso en casa desde que tenía uso de razón, abrí de golpe la puerta  pude observar a mamá llorando.

Cuando mi padre me vio, me gritó enfurecido:

—¡Fuera de aquí! No quiero verte ni en pintura—. Su voz me sacudió. Nunca lo había visto tan furioso. En ese momento no sabía qué hacer ni qué decir.

Yo estaba impactada por la situación. Le llamó a Alberth, el señor que nos llevaba a todos los sitios,  le pidió que me llevara al colegio sin ningún problema. Aunque yo no quise obedecer al ver el rostro de mamá . Mamá tenía cara de angustia. Eso enfureció a papá aún más, empezó a discutir otra vez con mamá por mi culpa. Mamá me ordenó seguir las instrucciones de papá  no tuve más opción que obedecer, me sentía muy culpable.

De camino al colegio, no podía sacarme de la cabeza la imagen de mamá. Nunca la había visto de esa manera, no había desayunado por ver tal escena  ya no tenía ni una pizca de apetito. Solo pensaba en llegar rápido al colegio  ver a mis amigos, que según yo, iban a arreglar mi día.

Me despedí de Alberth muy cariñosamente, le di un beso en la mejilla. Alberth era como un padre para mí. Había trabajado con la familia desde hacía mucho tiempo. El colegio era muy lindo e impecable. Era un colegio privado, papá no quería que estudiara en una escuela común, aún más porque gran parte de los amigos de papá matricularon a sus hijos en esta escuela. Es uno de los mejores colegios del país. Pude observar cómo todos me miraban con una cara indescriptible. Seguí mi camino, un poco incómoda apresurando el paso. Nunca me había sucedido algo así. Me miraban como si fuera un bicho raro, o algo peor. Tenía ganas de llorar. Al poco tiempo, llegué al lugar donde se encontraban mis amigos, los que al menos yo creía que eran.
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¿Qué oscuro secreto había ocultado mi familia desde mi nacimiento?. ¿Por qué mis amigos me veían de esa manera?. ¿Seré la misma chica inocente de antes?.

Todo lo que no puedo ser.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora