Capítulo 10

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La Navidad llega y se va.

El viernes va con Bright a recoger su esmoquin, y luego van a comer juntos, y más tarde pasa la noche colocando adornos de Navidad con Tay. Pone música festiva y Tay se queja, pero pasa demasiado tiempo acomodando las ramas del árbol en los ángulos correctos, por lo que New no cree que sea tan reacio a las festividades como él dice. Cuelgan alrededor del árbol las luces de oropel y luego las esferas. New toma una foto de Tay colocando la estrella en la parte superior.

Y él mismo se sube sobre una silla después, para colgar guirnaldas alrededor de la habitación, Tay lo sostiene por la cintura todo el tiempo para asegurarse de que se no caiga, eso le provoca un cosquilleo extraño y al querer empujarlo casi resbala, Tay logra estabilizarlo en medio de risas cada vez.

Sarin no vuelve a casa hasta tarde y cuando lo hace, se va directamente a la cama, apenas haciendo algún comentario acerca de las decoraciones. Tay y New se sientan y ven televisión mientras comen pastel de carne, después de un rato, Tay trae una baraja de cartas y trata de enseñar a New cómo engañar en el póker. Lo cual no logra y Tay termina llamándolo inútil, y luego New le tira encima todas las cartas en respuesta a la ofensa, y entonces con timidez, se arrastra por el suelo para recogerlas; siente la mirada de Tay en él y hay una posibilidad de que este inclinándose un poco más de lo necesario, exaltando la curva de su espalda baja como un arco.

Cuando mira hacia atrás por encima de su hombro, los ojos de Tay se han oscurecido, y están fijos en él.

Se beben otra botella de vino y miran la película Elfo porque Tay nunca la ha visto y New cree que eso es una tragedia. Son las tres de la mañana antes de que se quede dormido, es vagamente consciente de Tay ha acomodado una manta alrededor de él, acariciando su pelo con los dedos, antes de apagar el televisor e ir a la cama.

Se despierta mucho más tarde, solo en medio de la oscuridad, sus dientes castañean por el frío. La superficie debajo de él es dura como una piedra e implacable contra sus huesos. Trata de sentarse, pero no puede conseguirlo, no puede conseguir despegar sus manos del suelo para empujarse porque están atadas detrás de su espalda. El pánico lo inunda, pero la adrenalina le ayuda a rodar sobre su lado y levantarse sobre un codo. No puede ver mucho, pero puede ver el fuerte brillo de las barras de metal que lo rodean por todos los lados, incluso desde arriba.

Está dentro de una jaula, y no puede moverse.

Un gemido se le escapa, y luego se congela cuando los pasos resuenan en el silencio. Se sienta allí inmóvil, como si al hacerlo pudiera volverse invisible; los pasos se acercan antes de detenerse repentinamente. No sabe dónde se ha detenido esa persona, el frío se está filtrando en sus huesos, y el terror va aumentando dentro de él como una marea.

No puede detener el grito que se le escapa cuando algo lo golpea en la cabeza desde arriba. Sisea al sentir dolor, ha cortado su piel y la sangre brota al instante, y lo que lo golpeó echa a rodar en el suelo antes de descansar en la esquina de esta jaula.

Entrecierra los ojos en la oscuridad, con el ceño fruncido cuando se da cuenta de lo que lo es. Es una moneda. Una moneda perfectamente redondeada.

Apenas logra identificarla cuando otra golpea la parte superior de su cabeza tan pesada que parece hecha de plomo y grita de dolor, tratando evitarla. La segunda moneda rueda en la dirección opuesta, y luego cae otra golpeándolo de nuevo, luego otra, y entonces empiezan a caer como lluvia sobre él y alrededor de él, rompiendo su piel hasta encontrarse con sus huesos.

Clama para que pare la tormenta de cientos monedas hechas de oro y plata que caen a su alrededor, trata de ponerse en posición fetal protegiendo su cabeza y quiere gritar, pero no puede hablar. No puede gritar o pronunciar palabras.

PADRINO | taynewDonde viven las historias. Descúbrelo ahora