Club The Velvet Underground.
Ainara Renaldi
El club está a reventar. Katya y Chiara se mueven delante de mí, las tres tomadas de la mano, tratando de avanzar y llegar al lugar donde la plaza VIP nos espera.
—¡Esto está brutal! —grita Chiara mirando hacia atrás, sonriéndome con picardía y esa emoción que siempre trae encima.
Yo ruedo los ojos, aunque tengo que aceptar que la fuerte música penetra por mis venas y me hace querer mover el cuerpo. Pero eso solo pasará cuando lleguemos al privado, hasta entonces, debo esperar hasta estar segura de que nada pasará en el trayecto a mi destino.
Ser una Renaldi, en pleno apogeo de la guerra de bandos que hay en el inframundo, me pone una diana en el medio del pecho que no estoy dispuesta a tentar.
Los cuerpos se mueven contra mí, me irrita el olor a rancio, perfumes dulces o el exceso de sudor de algunos de los que chocan conmigo a mi paso. Trato de mantener el paso firme hasta que la zona privada aparece ante nosotras y es menos complejo caminar.
Los de seguridad se mantienen vigilantes de que solo los miembros golden del club pasen a esta área. Sobre todo, porque este lugar de pecados y lujuria, es el epicentro del bajo mundo en New York. Aunque solo unos pocos, que pertenecen a mi mundo, lo saben.
Por detrás de mí, Vitali nos sigue de cerca. Mi jodido niñero.
Cuando cruzamos la cinta dorada, subimos las cortas escaleras y el gorila nos da la bienvenida con un seco asentimiento, miro hacia atrás y lo veo acomodarse a un lado de la tarima, abajo.
Su presencia es lo único que me mantiene en paz la mayor parte del tiempo. Porque me importa poco si soy una jodida princesa de la mafia, tengo solo veinte años como para pasar el rato aburrida en mi maldito castillo.
Me gusta bailar, me gusta beber, me gusta malditamente emborracharme.
Aún más me gusta ligar y tener a los hombres a mis pies. Ilusos que creen que pueden pasar una noche conmigo, pero que si lo hacen, pueden acabar tirados en un callejón cualquiera de esta ciudad.
Primera regla: No se toca a Ainara Renaldi.
Segunda regla: No se mira dos veces a las princesas de la mafia Renaldi.
Tercera regla: No se desea enfrentar un mundo en el que no puedas sobrevivir.
Si se siguen estas reglas, probablemente tengas una buena vida lejos de toda la mierda que debería ser oculta, pero que es una leyenda a voces contada en este infierno de ciudad. Ignorar lo que está en tu misma cara a veces es mejor que entrometerte en temas que no te importan.
—¡Aina, mueve ese culo, mujer! —Chiara mueve su trasero haciendo twerking, mientras un tema pegajoso y bien explícito suena por los altavoces y retumba por todo el club.
Me río y al llegar a su lado, le doy una nalgada que la hace reír a carcajadas e incrementa su ya provocativo baile.
Sigo de largo hasta el amplio sofá de cuero rojo vino y me dejo caer al lado de Katya, que ya pide las bebidas al guapo camarero que nos toca esta noche.
—Una botella del tequila más fuerte que tengas, guapo. ¡Esta noche se bebe, esta noche se folla!
Termina gritando, en compañía de Chiara, con sus brazos arriba y meneando todo el cuerpo como si el chute hubiera sido uno de los más potentes.
Yo las observo, divertida, pero a la vez alejada, llevan a cabo las más grandes locuras y ni siquiera, llevamos cinco minutos en este jodido lugar.
«Esta será una noche larga y divertida».
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Lealtad Comprada - Crónicas de la Camorra 1
RomanceHan pasado cinco décadas desde que la peor traición marcó a la Camorra. Dos familias enfrentadas desde entonces llevan el odio incrustado en las venas, una enemistad que no tiene fin, porque sangre se paga con sangre. Porque la mafia napolitana no o...