Capítulo 2

39 8 10
                                    


Antes de empezar: 

¡Hola! Esta historia a pasado a la segunda ronda del ONC2024. ¡Espero poder seguir pasando rondas! 

También les cuento que de no clasificar de todas maneras será terminada así que lean con confianza <3 

Y varias noches sin poder

Dormir.

Las manecillas del reloj de la pared no se detienen. Aunque la niña, vestida de primoroso blanco, vuelos y zapatos de charol, desee con toda su intensidad detenerlo, las flechas continúan su doloroso recorrido a través del círculo.

La sonrisa del padre, las promesas que, casi, nunca puede cumplir, las llamadas que no realizó, los lugares que no visitaron, los regalos que jamás llegaron. Los gritos sí, las peleas con su madre están, los golpes a la pared aún retumban en las pesadillas. ¿Por qué no puede detestarlo después de todo lo sucedido?

Quizás porque el padre no es tan malo cómo piensa su madre. No es que ella en algún momento le dijese algo negativo sobre él, pero lo percibe en el tono de voz cuando le mencionan su nombre, en los ojos opacos cuando le relatan de él o el ligero temblor de manos que aparece cuando le evocan el pasado cuando vivían juntos.

O al menos ella quiere creer eso. Porque sino todo este tremendo ritual para esperarlo se convierte en una burla hacia su amor. Elegir el mejor vestido, tomar "prestada" la colonia de mamá, sentarse en la mitad del sillón, con los juguetes elegidos mirando cómo llegaba la hora prometida.

No entiende porque continúa esperando con paciencia. No entiende cómo hay espacio para la consideración. No entiende porqué aún tiene fe en su amor paterno si él llega tan pocas veces. Puede contar esas breves apariciones con los dedos de una mano y, para colmo, él nunca nota los esfuerzos que María pone en su indumentaria para sus encuentros.

El corazón de María está lleno del amor del padre, no obstante, otros sentimientos comienzan a poblarlo.

Las citas canceladas a último minuto (lo siento hija, prometo compensarlo más tarde), los fríos abrazos (él nunca la tocaba ni siquiera por accidente), las (pocas) tardes insulsas que compartieron. Donde él la llevaba a alguna plaza para que jugase con niños desconocidos, no le consultaba sobre su nueva vida o un mínimo interés en generar algún vínculo significativo.

El reloj marcó las cinco con treinta minutos y María sintió cómo se le desbordaba el corazón. Le faltaba el aire, apretaba los puños, mordiéndose la boca para no gritar de agonía. Tenía que hacer algo con tanta rabia porque no estaba dispuesta a envenenar su alma por ese progenitor que solo sabía dejarla esperando.

¿Cocinar? muy elaborado, además existía la posibilidad de que llegase cuando estuviese en medio de la cocción (qué patética). No le gustaba leer, tampoco escribir o pintar. Ninguna película o serie llamaba su atención para ver, lo más probable es que terminase embargada por el llanto.

Quizás dándose cuenta de que el padre no llegaría, tal vez llamada por los pasos impacientes de María o mero instinto materno, la madre bajó del segundo piso tan solo diciendo.

—¿No llegó?

—No.

El silencio se instauró entre las dos. María agradeció que su madre no le diera algunos de sus "discursos". Tu padre no es muy comprometido, a veces tiene problemas, no tiene trabajo estable, quizás se retrasó en la locomoción, ¿hacemos una videollamada?, podemos hablar con él otro día, organizamos un picnic donde se puedan juntar. Todas esas soluciones parches que solo lograban hacerla rabiar.

Cruzados #ONC2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora