Ameli:
Bien dicen que cuando morimos no nos llevamos nada, tan solo prevalece los recuerdos y en mí con el paso de los años se han ido desgastando uno a uno, como un rostro que con el paso del tiempo se borra de la memoria. Me hubiera gustado tener el rostro de Alan enmarcado como un tatuaje, pero solo recuerdo la descripción de su cara; como el color de sus ojos, la forma de su nariz, lo espesa de sus pestañas y ni hablar de sus labios, la forma de su sonrisa y sus dientes bien enfilados. Tenía una sonrisa encantadora.
Aquél día tan magnífico culminó en una cena preparada por mi madre quienes recibieron a un Alan bastante animado, él me miraba con mucho amor y complicidad. Nuestros cuerpos aún deseaban más calor, más intimidad y se hizo notar a medida que la noche avanzaba, pero no se podía debido a que mis padres lo despidieron agradeciendo haber estado allí. Me saludó bajo el umbral de la puerta, la noche ya había llegado y con un mechero en mano besó mis nudillos para luego observar detrás de mis hombros por si mi padre aparecía mientras depositaba un beso cargado de ilusión en mis labios.
—Hasta mañana, pequitas —dijo una vez que se separó—. Prometo venir mañana temprano, así conozcas mejor a mi madre, ella quiere desayunar contigo. ¿Está bien?
Asentí entusiasmada, era la primera vez que la vería de cerca ya que era una mujer muy ocupada.
Alan lanzó un beso al aire y se despidió reiteradas veces en lo que mi campo de visón lo observaba, yo me quedé ahí parada, con el pecho ardiendo por las ganas de volverlo a ver y las ansias de que la noche transcurriera rápido.
Mi madre se acercó diciendo que mañana volvería a verlo pero ya era momento de dormir, las velas y mecheros debían ser apagados pronto así que tomando su palabra, me abrigué para dormir.—Cuando arregle toda esta casa, le pediré tu mano a tu padre y te vendrás a vivir conmigo, este será nuestro castillo de amor.
—Las noches son muy frías ahora que conozco el calor de tu cuerpo.
—No habrá día en el que mis labios no besen cada espacio de tu cuerpo, Ameli. Te amo...
Desperté de un golpe y sudando, el corazón me saltaba en el pecho por el incesante golpeteo que se escuchaba fuera de casa, el cual interrumpió mi sueño que me envolvía tan cálidamente.
—¿¡Qué pasa!? —gritó mi padre, luego se escuchó pasos apresurados y mi madre entró a mi cuarto para sacarme de un tirón.
—¡Ay, mamá, qué sucede! —grité desesperada mientras ella me arrastraba con lágrimas en los ojos, hacía lo mismo con Nahiara, mi hermana.
—¡Corran, corran, vamos a escondernos Ameli! —gritó desesperada, con miedo, llorando. Desde mí posición observé como papá miraba por el agujero de la puerta el estruendo de afuera. Se escuchaba balas, gritos, golpes y muchos lamentos.
—¡Pero qué pasa mamá! —gritó mi hermana menor, la tomé sin decir nada y la levanté sobre mis hombros siguiendo a mamá, quien nos condujo hacia el fondo de nuestra casa, el lugar donde comían y reposaban los chanchos y demás animales. Una vez ahí ella nos tapó con barro, cubrió nuestro cuerpo y nos pidió desesperada que pase lo que pase, no nos movieramos de ahí, que era de vida o muerte.
Yo aún seguía descalza, con ropa ligera ya que estaba durmiendo, mi cerebro aún no procesaba nada de lo que estaba pasando y sin pensarlo tomé la mano de mi hermana, quien lloraba desconsoladamente.—Nahi, Nahi, shhhh, tranquila, no llores por favor —le dije tratando de calmarla, en vano porque yo estaba igual de desesperada que ella—. Mamá ya vendrá y nos va a explicar, está bien?
Ella asintió y aún en nuestro aspecto y situación, me abrazó.
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César (El Golpe) +21
ActionEl poder puede ser el castigo que todos están dispuestos a obtener aún a costa de sus vidas. César y Ameli estaban dispuestos a luchar contra viento y marea para alcanzar lo que quisieran, aunque enfrentarse era un final que estaba escrito en el d...