Narrador omnisciente:
Siempre había sido una tradición el que se alzara una gran celebración una vez que alguien importante tomara el poder y se convertía en presidente de un país. Aquella vez no fue una excepción y a César no le podría causar más fastidio que estar recibiendo a personas en su gran mansión.
—Los invitados están llegando, mi señor —dijo un soldado entrando al despacho de César, atrayendo la atención del mismo que se encontraba mirando hacia la entrada por la ventana de cristal.
—Recibe a los invitados y procura que esté todo en orden, en cinco minutos bajo —respondió César, terminando el puro que con ansias lo había prendido. No sabía si los nervios lo estaban traicionando, pero las manos le transpiraban.
Caminó hacia un estante de madera color caoba que permanecía en una esquina, sacó una botella de licor y bebió lo suficiente como para opacar las ganas de salir y convertirse en el hombre que tanto estaba reprimiendo, necesitaba adrenalina y esa cena o celebración le estaba poniendo aún más ansioso.Al bajar escuchó risas, diálogos en alto, una suave música de la época y observó a muchas personas con una copa en la mano que se paseaban de un lado a otro, saludando y riendo.
El gran salón estaba repleto de mucha gente poderosa, los altos rangos como el capitán naval, aéreo, terrestre y demás políticos que apoyaban su mandato estaban allí junto a sus más cercana familia.
Al verlo entrar, todos quedaron en silencio, observando como César caminaba despacio y con tranquilidad hasta el centro, alzando una copa en brindis y saludando a cada uno de sus invitados. —¡Sean muy bienvenidos todos!— Los aplausos no tardaron en llegar, muchos tenían sonrisas hipócritas, soñaban con ese puesto, soñaban con ser César.La hora de la cena continuó tranquila, ellos disfrutaban hablar de los planes a futuro, como iban a proceder para mantener el orden que ya se había impuesto y comentaban lo duro que había sido encaminar a esas personas que se oponían a sus ideales. No hablaron de lo que hacían, de la gente que secuestraban ni torturaban, cada uno sabía el papel que hacía en cada momento y es por ello que simplemente se mantenían serenos, como si todo fuese normal. En el momento en que todos estaban satisfechos, alguien los observaba desde una esquina, canalizando cada mirada, cada movimiento y fue ahí cuando Cipriano, el mano derecha de César se levantó de su lugar atrayendo la atención de todos. Acomodó su ropa militar, miró a los lados y dijo:
—Brindo por el triunfo, por mi presidente César, por el puesto que tengo y por cerrarles la boca a todos aquellos que quieren su puesto. Espero que esta cena les llene lo suficiente el estómago como para mantenerse al márgen, porque de lo contrario, sacaré a relucir porqué es que me gusta mi puesto.
Todos quedaron callados, atónitos, algunos con rabia en su mirada y una vez que Cipriano bebió de su copa, se sentó al lado derecho de César, quien se mantenía impoluto. Aunque una persona llamó su atención, un capitán que agarró su bebida y demostró que el miedo era lo último que se perdía.
—Lo que pasa, es que acá muchos tienen aspiraciones, deseos, ambiciones; muchos de acá no son unos simples arrastrados que se conforman con ser el perro de otro, el que está dispuesto a lamerle las bolas con tal de sentirse satisfecho.
Sin dudas la tensión en ese lugar se hizo evidente, todos miraban del capitán al mano derecha de César, esperando alguna reacción, alguna palabra que demuestre cuan ofendido estaba, pero Cipriano se conocía lo suficiente como para sonreír de lado, alzar nuevamente su copa y brindar por las palabras de aquel hombre que le temblaba hasta la médula osea, ya que sin darse cuenta se había cavado su propia tumba.
—Buena suerte con tus... ambiciones, capitán.
La cena transcurrió más tranquila, los demás se mantenían al margen de todo lo que estaba pasando, César continuaba en calma sin probar ni un bocado de su plato, sin embargo, la urgencia porque todo acabara se hacía más desesperante para Cipriano, tenía trabajo por hacer, personas a las cuales torturar, raptar y poseer.
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César (El Golpe) +21
AçãoEl poder puede ser el castigo que todos están dispuestos a obtener aún a costa de sus vidas. César y Ameli estaban dispuestos a luchar contra viento y marea para alcanzar lo que quisieran, aunque enfrentarse era un final que estaba escrito en el d...