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Un millón de placeres culpables

Soy un hombre que pagó por tener sexo. No es que me hiciera falta, ya ves, pero era la única manera de no acabar bien jodido. Bueno, que me «jodieran» era básicamente el objetivo, pero no en el sentido que me refería antes.

En resumen: Pagué una cantidad desorbitada de dinero, dos millones de dólares para ser exactos, para poseer a una mujer durante dos años. Ella era virgen y merecía bien la pena, pero entonces hice lo impensable. Me enamoré de ella.
Para empeorar más las cosas, descubrí la razón por la que, de entrada, había puesto su cuerpo en venta. Lo hizo para salvar una vida. Yo la compré para echar un polvo. Está claro que yo era el cabrón en la ecuación, pero iba a compensarla aunque muriera en el intento.

Mi nombre es Peter Lanzani y esta es la continuación de mi historia.

Un millón de secretos inconfesables Donde viven las historias. Descúbrelo ahora