¿Una mujer?

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¿Tú? ¿Una mujer?

¿Tú?, ¿Qué Rozas el metro noventa, con un cuerpo musculoso, robusto y definido?

Tú, que con tu voz profunda y vocabulario de camionero intimidas a cualquiera.

Tú, con tu guardarropas de jeans oscuros y remeras lisas. Tú, ¡El soldado más prestigioso, capaz de vencer a todo un batallón de los hombres más prodigiosos!

¿Qué es entonces ser una mujer? ¿Es, acaso, mantenerse callada, sumisa y lucir como una pequeña y frágil rosa a la que le liman las espinas hasta despojarla de toda personalidad?

Porque, si es así, más de una vez lo he sido.

Nunca lloré cuando esa mujer tenebrosa me acariciaba indebidamente cuando era una niña.

Solo hui cuando era una adolescente asustada por un grupo de pervertidos que querían manosear a una chica con pene.

Me dejé manipular por los mil hombres que visitaron mi cuerpo en una misma noche, como una muñeca de trapo sin ninguna voluntad.

Deje correr la sangre entre mis piernas hasta el punto de casi morirme desangrada.

Sumisa. Delicada. Tranquila. Pacífica. Femenina.

Todos los estándares que cargo sobre mis hombros, porque los hombres son hombres y las mujeres son lo otro, un ser sin gracia de la especie humana con función decorativa.

Una vez leí en un cartel de mi ciudad:
“Y la culpa no era mía,
Ni donde estaba,
Ni como vestía”

Y comprendí, como mujer hecha y derecha que soy, que llevar el pijama de dinosaurios que usaba de pequeña, el uniforme de la escuela militar, o mi ropa de salir no cambiaría nada.

Encontrarme en mi pequeña habitación infantil, o en el despacho de una abogada pederasta, o en una casa abandonada con mi exnovio muerto, eso daba lo mismo.

La culpa no era mía.
La culpa no era mía.

Si no de aquellos que me repudiaban por trans y me fantaseaban como mujer.

Comprendí que soy una mujer, pero una rota, extraviada, una pila de basura desordenada y esparcida por el suelo.

Oh, Dios, si existes, dime

¿Es esto ser mujer?

Historias cortasWhere stories live. Discover now