A la luz de la luna

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Mientras los blancos realizan sus fiestas cristianas, en el otro extremo de la ciudad la paganería prolifera por parte de los negros. Los esclavos de los de cara pálida se divierten en su ausencia.

Se liberan de sus cadenas por unas pocas horas. Bailan al ritmo del tocar de unos humildes tambores elaborados con madera y una membrana de cuero.

Sus voces claman por los dioses de los cuales los despojaron.

En una casa abandonada, con un gran agujero en el techo por el que entra la luz de la luna que ilumina a los rostros alegres, nos reunimos para festejar.

A estas ocasiones como la de la noche de hoy la llamamos "velorio" de forma irónica y metafórica.

¿Quién nombraría "velorio" a un evento donde las sonrisas abundan?

Es solo una estrategia para hablar de ello sin levantar sospecha entre nuestros amos.

Ellos tan solo piensan que cuchicheamos sobre la muerte de alguien. En realidad, nuestro tema de conversación es sobre la muerte temporal de su poder sobre nosotros.

En honor al nombre de la celebración todos acudimos con ropas de colores lúgubres, pero eso no vuelve tristes a los participantes.

Me encuentro recargado sobre una pared, bebiendo agua ardiente mientras busco a alguien entre la muchedumbre.

Cuando mis ojos lo encuentran casi logro percibir un destello en ellos.

El es inconfundible. Sus dientes de un blanco tan puro como el vestido de una fina mujer burguesa y su gran altura, la cual me hace posible distinguirlo entre la multitud, lo vuelven alguien de aspecto peculiar.

Pese a su tez color caramelo quemado posee unos ojos azules cual cielo desierto de nubes. Fruto de un amor polémico entre una mujer esclava y un blanco español. Eso tan solo logran hacerlo destacar más.

-¡Danilo!

Grito con la esperanza de que me escuche. Lo consigo. Voltea a verme.

-¡Rómulo!

Camina hacía mi, me saluda revolviendo mi cabello, para después apoyar su brazo sobre mi cabeza. Un gesto burlesco sobre mi altura.

-¡Tanto tiempo sin verte Róm! Al parecer no has crecido ni un centímetro desde la ultima vez que nos vimos. Aunque no debes preocuparte, eres un muchacho bien parecido. Vivimos lejos pero eso no evita que lleguen rumores de chicas profundamente enamoradas de un "Muchacho menudo de nombre extraño"

-¿Debería importarme lo que piensen las chicas sobre mí?

-Eres ya un adulto, los hombres de tu edad si aún no aún no tienen una prometida ya estarían buscándola de forma desesperada.

-Pues yo no.

-Eres raro. Y debo decir: eso no me desagrada de tí.

Pese a lo molesto que Dan puede llegar a ser a veces, siempre tomo sus comentarios con humor (muchas veces pareciera que no está bromeando, pero en realidad, lo está haciendo)
Y lo reconozco.

Soy raro.

Todos los chicos están desesperados por conseguir una chica.
¿Por qué yo soy la excepción a la regla?
¿Hay algo defectuoso en mi?

Danilo me saca de mis pensamientos al tomar dos botellas enteras de agua ardiente e invitarme a subir al techo.

Acepto.

Nos damos una pequeña ayuda para subir parandonos encima de unos barriles. después escalamos una de las paredes.

Cuando llegamos, cesamos con nuestra charla para recuperar el tiempo perdido.

Historias cortasWhere stories live. Discover now