Capítulo 1

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Bienvenido al infierno, niño

San Francisco, California, 1975.

Harry se sentía mareado e intentaba no mirar demasiado por la ventanilla del barco. Se reacomodo en el banquillo, sintiendo todo su cuerpo entumecido y un terrible ardor en las muñecas y los tobillos, a causa de las esposas.

En ningún momento del camino los dos guardias que le custodiaban le habían quitado la mirada de encima.

Optó por ignorarlos y miró el mar, ya que sentía que sería la última vez que lo vería en mucho tiempo y quería disfrutarlo. Era lo único que no lo hacía sentir tan solo. Le recordaba a los pocos momentos juntos que tuvo junto a su mamá y su hermana cuando era un niño.

No podía creer hasta qué punto había llegado la obsesión de su padrastro, de haberlo conducido a prisión con el objetivo de robar su herencia. De acusarlo y después de asegurarle que encontraría la manera de deshacerse de él. Permanentemente.

Y vaya que lo hizo.

No sabía que hilos había logrado mover su padrastro para hacer que lo enviaran a una prisión donde estaban las personas más peligrosas del país. No podía imaginarse qué clase de personas conocía o con quienes se relacionaba para haber logrado que lo hicieran tener que cumplir su condena en un lugar como Alcatraz.

Una hora después el barco se detuvo, sacándolo de sus pensamientos, y desapareciendo el hermoso color azul del mar para dar paso al deprimente color gris.

Lo condujeron por varios pasillos. Caminaba en medio de dos enormes guardias, quienes lo tenían cada uno sujeto bruscamente de sus bíceps. Él miraba todo a su alrededor con una mueca de tristeza; varios hombres armados custodiaban el lugar y los colores predominantes eran grisáceos, negros y opacos blancos.

Podía irse despidiendo de los vividos colores, la deliciosa comida y sus amigos, pues sabía que era prácticamente imposible que pudiera salir antes de tiempo; su padrastro había tendido la trampa a la perfección, aunque aún no se explicaba completamente cómo era que lo había logrado.

Fue conducido al interior de la construcción, caminando por varios pasillos hasta que llegaron a una pequeña oficina. Su tiempo ahí pasó más rápido de lo que hubiera deseado, sólo tomaron sus huellas digitales y anotaron un par de datos.

Después lo despojaron de sus pertenencias, y le entregaron su uniforme de interno, el cual consistía en una playera sin mangas blanca, un pantalón y una camisa de color gris oscuro y unas botas negras. Al terminar de vestirse, el guardia le colocó una especie de brazalete que servía como identificación, le entregó una pequeña almohada y una manta y lo guió a su celda mientras los demás reos gritaban y golpeaban los barrotes de sus celdas.

"¡Hey princesita, que lindo cuerpo!"

"¡Esos rizos los podría ver más de cerca mientras me chupas la polla, amorcito!"

Harry simplemente siguió caminando, intentando ignorar las vulgares propuestas y ofensas, pero eran tantas y tan fuertes los gritos que se sintió mareado por un segundo.

En cuanto el guardia lo llevó a su celda, se escucharon gritos de protesta. Él suspiró aliviado, al menos ahí no le molestarían. Miró su celda, una habitación pequeña cuya decoración constaba de blasfemias escritas en la pared de tabiques grises y su equipamiento no era más que una litera y un excusado conectado a un lavabo.

—Disculpe— habló, mientras el guardia le quitaba las esposas— ¿Hay alguien más en esta celda?

—Por ahora no, pero muy pronto tendrás un compañero— le respondió con sorna, empujándolo dentro del calabozo y cerrando la reja— Bienvenido al infierno, niño— dijo el policía antes de marcharse.

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