-Doi, me dijiste explícitamente que sabías conducir.
Nat trataba con todo su esfuerzo de mantener la paciencia mientras Doi, concentrado, descifraba cómo hacer avanzar la van colina abajo. El sol de la media tarde calentaba el interior del vehículo tras 15 minutos estancados en la cima del mirador, lo que hacía la situación bastante agobiante.
-Bueno, dije que tenía una licencia- respondió Doi concentrado en la palanca de cambios y los pedales del suelo, esperando que ellos mismos le explicaran como funcionar.
-¿Cuándo fue la última vez que condujiste un auto?- Preguntó Nat mirándolo fijamente. Él carraspeó la garganta intimidado.
-Bueno, cuando obtuve mi licencia- Nat suspiró impaciente.
-No tiene caso, ven aquí- dijo levantándose del asiento del copiloto, no sin antes sacar una vieja libreta de la guantera, y continuó refunfuñando mientras se enredaban en el estrecho espacio para cambiarse de asiento- no sé por qué pensé que alguien que no sabe que es un clutch podría conducir un auto, pero ¡Auch mi pierna!...
Tras el enredo de extremidades, por fin se sentaron cada uno en su verdadero asiento. Doi se acomodó las gafas avergonzado.
-Ahora sí, en camino a la aventura- dijo ella ajustando la gorra azul oscura que le ocultaba parte de su cabello corto- y más te vale prestar atención y aprender un poco. Son muchos kilómetros y no pienso hacerlo sola.
Girando las llaves, Nat encendió la camioneta y sin más, puso el vehículo en movimiento. Doi observó los árboles que dejaba atrás mientras la frase "muchos kilómetros" resonaba tétricamente en su cabeza.
Hasta ese punto de su vida, Doi nunca había hecho algo más arriesgado que cambiar de vez en cuando la ruta que siempre tomaba para volver a casa y ahora estaba en una camioneta con una desconocida camino a quién sabe donde... Pensar en eso le produjo un miedo inmenso.
-¿A dónde vamos?- la pregunta se escapó de su boca e inmediatamente descubrió que era demasiado tarde para resolver esas cuestiones tan importantes.
-A la aventura, ya te lo dije- respondió ella concentrada en la carretera. Doi miró impaciente por la ventana. Ahora atravesaban el casco urbano con una rapidez que lo abrumó.
-Sí, pero "objetivamente" quiero saber a donde vamos- señaló.
Nat frunció el ceño tratando de recordar.
-En este preciso momento vamos a Dersey- dijo revisando la libreta que ella no había perdido de vista desde que Doi llegó esa tarde.
Mientras pensaba en lo poco que conocía sobre Dersey, se aterró aún más. Las acogedoras casas de San Ruso quedaban tras él, casas que él consideraba sus amigas de toda la vida, cuando en sus caminatas diarias todas se asomaban a saludarlo y cuando alguna tenía un pequeño cambio en su apariencia, Doi se sentaba a mirarla por un rato, memorizando sus nuevos colores y accesorios.
Alejó la vista de la ventana, encontrándose a Nat, que tarareaba una canción sin despegar la vista del camino.
Nuestro soñador se encontraba ahora en una situación sin retorno. Se dio cuenta de que en menos de 24 horas había decidido tirar todo su mundo a la basura, la estructura que tantos años le había tardado construir y que era su refugio. Todo por una chica desconocida en un carro viejo con destino a un rumbo a muchos kilómetros de aquí. Dio una mirada a la parte trasera de la van con la que ahora salían del centro del pueblo.
Cuando llegó esa tarde al mirador, cumpliendo con la hora de salida que Nat le había propuesto, o más bien impuesto, Doi se tomó el tiempo de observar y memorizar cada detalle del interior de la van mientras Nat hacía las últimas revisiones. Se sorprendió al ver lo bien que se aprovechaba el poco espacio dentro de ese cuadradito mecánico. Al abrir la amplia puerta deslizable a un costado del vehículo, lo primero que se encontró fue un mesón pequeño que tranquilamente podría ser un escritorio, una cocina improvisada o ambas cosas; bajo ella se ubicaba cómodamente una nevera, la más pequeña que Doi jamás había visto, rodeada de compartimentos perfectamente ordenados y llenos. Cosa curiosa teniendo en cuenta que horas antes la dueña de esa van había robado unas naranjas para no morir de gastritis, pero era una inquietud que decidió guardar para otro momento.
ESTÁS LEYENDO
Cuando Corren las Estrellas
AvventuraAcompaña a Doi (20), un joven tranquilo atrapado en la monotonía de su vida, mientras se embarca en un viaje único junto a Nat (19), una chica audaz y enigmática que irrumpió en su mundo en la noche menos esperada. Movidos por una chispa de aventura...