Mi capacidad de atención sería mayor si no hubiera tantas cosas brillantes

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Desperté al amanecer, cuando la imperiosa llamada de la naturaleza me obligó a salir de la cama. Después de la caída, no obstante, me sentía como si acabara de tomar media botella de whisky.

Después de tropezar con una maceta, aplastarme el dedo meñique del pie contra la pata de un taburete y darme de bruces contra el marco de la puerta, llegué al cuarto de baño y repasé mis planes para aquel día con la cabeza como un bombo. Por suerte, tenía una tendencia minimalista en cuanto a la decoración del hogar. Si hubiera habido algo más entre el trono de porcelana y yo, tal vez no hubiese llegado a vivir mi próximo cumpleaños.

Eché una miradita a la camiseta de rugby que llevaba puesta. Se la había robado a un novio del instituto, un demonio rubio de ojos azules con el pecado en la sangre. Ya en nuestra primera cita, se había mostrado más interesado en el color de mi ropa interior que en el de mis ojos. De haberlo sabido de antemano, me habría puesto el sujetador de color verde. Pero lo más extraño era que no recordaba haberme puesto aquella camiseta la noche anterior. Ni siquiera recordaba haberme ido a la cama.

Quizá Nayeon me había echado un sedante en el chocolate. Tendría que hablar con ella más tarde, pero por el momento debía decidir en qué iba a ocupar el día. ¿Debería dejar a un lado mis responsabilidades con el Departamento de Policía de Albuquerque e ir a ver a Jihyo a prisión? ¿O debería dejarle a Nayeon todas mis responsabilidades con el departamento y luego ir a ver a Jihyo a la prisión?

Se me aceleró el corazón ante la idea de verla, aunque debía admitir que estaba un poco preocupada. ¿Y si no me gustaba lo que descubría? ¿Y si era culpable de verdad? Una parte de mí albergaba la esperanza de que su encarcelamiento hubiera sido un gran error. De que Jihyo hubiera sido acusada injustamente. De que las evidencias hubieran sido malinterpretadas o incluso manipuladas. La negación no era cosa solo de pesimistas.

A juzgar por lo que había averiguado la noche anterior, después de leer un artículo tras otro sobre el caso (aunque ninguno de ellos procedía de una fuente fidedigna) y parte de las transcripciones del juicio de Park que había conseguido Nayeon, resultaba evidente que las pruebas no eran ni mucho menos convincentes. Aun así, doce personas la habían encontrado culpable. Lo más inquietante era que no se habían mencionado ni una sola vez los maltratos que había sufrido. ¿Acaso no contaba para nada el hecho de que tu padre estuviera a punto de matarte de una paliza?

Aunque deseaba volver a dormirme, sabía que no lo conseguiría. Mi mente funcionaba con demasiada intensidad, a demasiada velocidad. No obstante, tenía una buena razón para desear volver a la cama y caer en el olvido. Aquella había sido la primera noche en un mes que Jihyo no me había visitado. No se había colado en mis sueños con sus ojos oscuros y sus cálidas caricias. No había dejado un reguero de besos a lo largo de mi columna ni había deslizado los dedos entre mis piernas. Y no podía evitar preguntarme ¿por qué?. ¿Había hecho algo malo?

Sentía el corazón vacío. Me había vuelto adicta a sus visitas nocturnas. Las necesitaba casi más que respirar. Quizá los fluorescentes de la prisión arrojaran algo de luz sobre la situación.

Mientras me lavaba los dientes, oí ruidos en la cocina. Si bien la mayoría de las mujeres que viven solas se habrían asustado ante algo semejante, yo lo achaqué a la gran estabilidad laboral de mi trabajo.

Salí del baño y entrecerré los párpados para protegerme de la luz.

—¿Tía Lillian? —pregunté antes de cojear hasta la barra de desayunos y coger un taburete.

La pequeña figura de la tía Lillian había sido engullida por un descomunal vestido floral hawaiano que ella había combinado con un chaleco de cuero y un collar de cuentas de los años sesenta. Llevaba años intentando averiguar qué hacía mi tía cuando murió, pero no se me ocurría nada que encajara con vestidos hawaianos y collares de cuentas. Aparte de jugar al Twister con un colocón de LSD, claro está.

Primera Tumba a la Derecha (Sahyo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora