Park Jihyo. La perfección es un trabajo sucio, pero alguien tiene que hacerlo.

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—¿La conocías? —me preguntó Neil alrededor de una hora después.

Yo había leído un poco. Habíamos conversado otro poco. Momo había llamado. Yo había ignorado su llamada. Y había averiguado cosas. Hacía cosa de un mes había estallado una pelea en el patio y la prisión entró de inmediato en régimen de aislamiento. Se suponía que todas las mujeres debían tumbarse en el suelo, pero una de las reclusas, una tipa aniñada y grande con la que Park había entablado amistad, se aturdió y no se agachó, así que uno de los guardas de las torres se preparó para realizar un disparo de advertencia. Jihyo lo vio y se abalanzó sobre su amiga para derribarla, convencida de que el guardia iba a dispararle. En lugar de hundirse inofensivamente en el suelo, como se pretendía, la bala acertó en el cráneo de Jihyo y le perforó el lóbulo frontal. Llevaba en coma desde entonces.

Levanté la vista y volví a concentrarme en su pregunta.

—Solo de aquel incidente que ocurrió cuando estaba en el instituto —le dije.

Le hablé de la noche que conocí a Jihyo, de los maltratos físicos que había sufrido a manos del hombre al que se suponía que había matado. Neil no se sorprendió. Cerré el expediente y contemplé sus ojos grises.

—Entre nosotros —le dije al tiempo que me inclinaba hacia delante para darle un toque íntimo a la conversación—, entre dos viejos amigos —añadí—, ¿qué sabías sobre ella? ¿Qué pensabas de ella? —Tamborileé con los dedos sobre el expediente—. ¿Qué es lo que no aparece aquí?

Neil se reclinó en la silla, se ajustó el cuello de la camisa y soltó un largo y profundo suspiro.

—Si te lo dijera, no me creerías.

Aquello sonaba prometedor.

—Apuesto a que sí —le aseguré con un guiño.

Me miró fijamente durante un minuto largo antes de empezar a hablar. Y, cuando comenzó, lo hizo con una reticencia que yo comprendía muy bien. Si él supiera...

—Ocurrió algo extraño cuando Park llegó a este lugar, alrededor de una semana después de que se uniera a la población general de reclusas. —Bajó la mirada para estudiar el cierre de su reloj—. South Side envió a tres de sus soldados para matarla. Por qué, no lo sé; pero cuando South Side ataca, la gente muere. Y punto.

Sentí una opresión en el pecho y apreté los dientes en un intento por no mostrar reacción alguna, por no demostrar la tensión que me provocaba imaginarme a Jihyo en aquella situación.

—La cosa terminó casi antes de empezar —continuó. Su rostro se volvió serio mientras repasaba sus recuerdos, mientras encajaba lo que sabía—. Por aquel entonces, yo no era más que un guarda recién salido de la academia, convencido de que era un tipo duro. Casi me meo en los pantalones cuando vi que aquellos hombres se acercaban a Park y eso que en aquella época ni siquiera sabía quién era ella. Solicité ayuda, pero antes de que terminara de pedirla, los tres miembros de South Side yacían en el suelo en medio de un charco formado por su propia sangre y aquella muchacha de veinte años... No sé... Estaba agazapada encima de una mesa, dispuesta a saltar sobre cualquiera que se acercara a ella; miraba a las demás internas sin emoción alguna, sin ningún miedo.

Me quedé inmóvil, casi sin respirar, mientras observaba la escena que se desarrollaba en mi mente.

Neil hizo un gesto negativo con la cabeza y me miró. Su expresión era una mezcla de alivio y respeto.

—No jadeaba más que yo ahora. No conseguí ver gran cosa de lo que ocurrió, pero...

—¿Pero? —insistí, muerta de curiosidad.

Primera Tumba a la Derecha (Sahyo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora