Lo importante en la vida no es encontrarte a ti mismo, sino el chocolate

39 9 19
                                    


—Tía Jeon —dije—, ¿me darías la oportunidad de explicarme? Estábamos en el pasillo que había junto a la oficina de la señora Tarpley, hasta donde mi tía me había arrastrado del brazo.

—¿Park Jihyo? —preguntó con los dientes apretados—. ¿Sabes quién es Park Jihyo?

—¿Y tú? —contraataqué, intentando mitigar la preocupación de mi voz.

—Yo sí.

—¿Son íntimos o qué? —pregunté, esperanzada.

Me miró con el ceño fruncido. —No suelo entablar amistad con asesinos.

—Solo necesito conseguir cierta información sobre ella.

—Golpeó a su padre con un bate de béisbol hasta matarlo, lo metió en el maletero de su Chevy y luego le prendió fuego al coche. ¿Qué más hay que saber sobre una persona, Sana?

Dejé escapar un suspiro mientras buscaba un buen argumento. ¿Dónde diablos estaban mis abogados cuando los necesitaba? A nadie se le daban mejor las discusiones que a los abogados. Como no se me ocurrió nada, decidí darle un poco más de información a Yoo. Los momentos desesperados precisan medidas desesperadas.

—Ella no lo hizo —dije en un susurro.

—No estabas allí. No viste...

—No le habría hecho falta. —Me incliné hacia delante para añadir—: Es... diferente.

—La mayoría de los asesinos lo son. —Yoo no pensaba ceder sin una prueba contundente.

Tomé una profunda, profundísima, bocanada de aire.

—Fue ella. Hoy. ¿Recuerdas lo de la médula espinal seccionada? Pues lo hizo ella.

—¿Qué?

Jeongyeon no quería oírme, no quería escuchar, pero no pudo evitarlo. La curiosidad siempre había sido su punto débil. Y yo conocía un método infalible para conseguir toda su atención.

—Tienes que prometerme que no se lo contarás a papá —le dije mientras me aferraba a su chaqueta.

De pronto, Yoo empezó a salivar ante la posibilidad de saber más. Le expliqué lo más brevemente que pude que Jihyo era algo más que humano; le conté el aspecto que tenía y cómo se movía y también le dije que había aparecido en la sala de partos el día que nací.

Fue entonces cuando tuve la certeza de que mi tía había entrado en una especie de trance extraño causado por la tensión nerviosa.

No mencioné los otros dos casos de sección medular y bueno, tampoco le hablé nuestros devaneos nocturnos. No le hacía falta saber lo intenso que eran mis sentimientos por Jihyo.

—¿Qué es ese tipa? —preguntó al final.

Hice un gesto negativo con la cabeza antes de responder.

—Ojalá lo supiera. Pero morirá dentro de dos días si no lo impedimos. Y la única forma de evitarlo es encontrar a su hermana.

—Pero si es un... ser tan poderoso...

—Morirá su forma humana —me corregí—. Y no sé qué le ocurrirá si su cuerpo muere.

Pero sí sabía lo que me ocurriría a mí. No quería vivir sin ella. Ni siquiera sabía si podría hacerlo. Ya no.

Quince minutos después teníamos la agenda escolar de Jihyo y una lista de alumnos de cada curso.

—¿Usted la recuerda? —le pregunté a la señora Tarpley.

Primera Tumba a la Derecha (Sahyo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora