Tal vez no lo parezca, pero soy experto en fingir que soy un ninja.

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—¿Dónde estás?

Acababa de salir de los tribunales cuando me llamó la tía Jeongyeon. Sussman había sugerido que rellenara una orden preliminar contra el estado en base a la falsa posibilidad de que Jihyo fuera la única mujer viva con información sobre un asesino en serie de Kansas. Detestaba tener que echar mano de un recurso al estilo Hannibal Lecter, pero fue lo único que se nos ocurrió con tan poca antelación.

Si se aceptaba, aquella orden impediría que el estado retirara a corto plazo el soporte vital a Park, lo que me daría algo más de tiempo. Necesitaba otra oportunidad para hablar con ella, preferiblemente sin que se acercara mucho a mí. Sin que me tocara. Quizá así pudiera conseguir alguna información sólida. Me preguntaba si podría retenerla de alguna manera, atándola al fregadero de la cocina o algo por el estilo. Necesitaría una cuerda mágica. O unas esposas rociadas con polvo de hadas.

—¿Dónde estás tú? —le pregunté a mi vez. Mi tía era una cotilla.

—Tenemos que prepararte.

—¿Prepararme? ¿Para qué? ¿Acaso accedí yo a que me prepararan?

No recordaba haber accedido a que me prepararan. Ni siquiera había ido a la escuela preparatoria.

Yoo soltó un largo suspiro. Fue divertido.

—Para la operación encubierta —dijo con tono exasperado.

—¡Ah, es verdad! —Lo había olvidado—. Acabo de rellenar un requerimiento contra el estado. ¿Podrías hacer que se cursara cuanto antes? No tenemos mucho tiempo.

—Claro. Llamaré a una juez con la que solía salir.

—Tía, lo que necesitamos es una persona a la que le caigas bien y que esté dispuesta a hacerte un favor.

—Te aseguro que a ella le caía muy bien. Por todos lados.

Me detuve a media zancada, estremecida ante semejante idea y luego continué mi camino hacia Misery.

—Gracias. Te debo una.

—¿Una? ¿Estás de coña?

—¿Es que llevamos la cuenta? Porque si llevamos la cuenta...

—Da igual. Mueve el culo hasta aquí.

Tras revisar el plan hasta la saciedad con nuestros dos equipos, el que se encargaba de los asuntos técnicos y el que vigilaba las instalaciones, regresé a mi apartamento a fin de ponerme el atuendo apropiado para llevar a cabo mi parte. Me esforcé sobre todo en cubrir los cardenales azulados que me quedaban de las últimas aventuras.

Para el momento en que entré en escena, tenía el aspecto de una bibliotecaria puritana con seductores ojos de gatita y una boquita de piñón que habría hecho llorar a muchos hombres.

Momo dejó lo que estaba haciendo para devorarme con la mirada. Me lo tomé como una buena señal, pero solo hasta que habló.

—Se supone que vas a seducirlo, no a revisar sus cuentas.

Siguiendo el estilo de Elizabeth Ellery, me había puesto una falda de traje roja con zapatos de tacón de diez centímetros. No obstante, a diferencia de Elizabeth, me había recogido el pelo en un moño tirante y llevaba una de esas gafas con montura de pasta gruesa propias de gente con estreñimiento.

—¿De verdad Hirai? —Al ver que fruncía el ceño, pregunté—: ¿Es que nunca has tenido sueños húmedos con una secretaria, una bibliotecaria o una institutriz alemana?

Miró a su alrededor con aire culpable para asegurarse de que nadie me había escuchado.

—¡Bingo! —exclamé con aire triunfal antes de echar a andar hacia el furgón de vigilancia. Momo me siguió, así que continué con la perorata—: ¿De verdad crees que Benny Price no sospecharía de una fulana callejera con pinta de querer seducirlo y hacerle confesar el asesinato de cuatro personas? Mmmm. Es una idea estupenda. Si hoy me sintiera con ánimos suicidas, podríamos haber intentado algo así. Mira a tu alrededor. —Esperé a que Momo se fijara en las mujeres que había calle abajo, dos strippers que entraban en el club—. Esa clase de chicas son para él como el agua del grifo: siempre están disponibles. Yo, por el contrario, no —dije mientras señalaba mi atuendo.

Primera Tumba a la Derecha (Sahyo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora