Capítulo 1

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La alarma seguía sonando

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La alarma seguía sonando.

Mi mente no estaba preparada para abrir los ojos y empezar un nuevo día.

Un día que lo iba a cambiar todo...

Oigo golpes en el suelo, provenientes de la planta baja de mi casa.

Dios

Abro los ojos lentamente y poco a poco la luz del sol inunda mi campo de visión.

Hacia un día bastante soleado, raro para esta época del año.

No sé si era buena o mala señal. Mi madre siempre me decía que un día soleado era un día de buen augurio y buena suerte.

Pero era martes y también era un día 13 de febrero.

Mi gato maúlla al fondo de mi habitación, en una esquina. Él también se acababa de despertar, estira sus patas mientras abre los ojos perezosamente.

—Pequeño bicho—susurro sutilmente para no asustarlo.

Era un gato bastante sensible y miedoso y tenía sus razones.

Tenía 10 años cuando conocí al pequeño Jota, estaba en una pequeña celda del local de adopción "Hermanos".

Estaba asustado y cualquier ruido o golpe le hacía dar un pequeño salto.

Según me contaba la dependienta del local, los antiguos dueños de Jota era una familia descompuesta, y todos los problemas los pagaban con el chiquitín.

Los sacamos de ahí con tres costillas rotas y una pata coja debido a un fuerte y último golpe que hizo que los vecinos de esa familia llamaran a los guardias civiles, que inmediatamente retiraron al gato de esa pesadilla y lo entregaron a este local.

Un local bastante amplio y con buenos cuidados. Los dependientes eran un amor, y cuidaban a todos los animales como si fueran sus hijos.

Mi Jota se llama así porque cuando lo conocí llevaba un collarín con la letra "J".
En aquel entonces lo antiguos dueños lo llamaban Jarana.

Pero yo decidí cambiarle el nombre, pero sin olvidar su esencia, mi Jota.

Rápidamente se acerca a mi, y de un salto acaba encima mío.

—Buenos días, pequeño—ladea su cabeza de un lado a otro mientras maúlla.

Por fin decido incorporarme de la cama y ponerme mis zapatillas para bajar a desayunar.

Hoy era un día largo, y tenía muchas cosas que hacer. La más importante, ir a una entrevista de trabajo.

Bajo las escalera casi corriendo y veo a mi padre arreglando una lámpara en el techo.

—¿Papá que haces?— pregunto entre bostezo y bostezo.

—Poner la lámpara, tu madre me ha levantado a buena mañana para colocar la nueva—suelta un quejido y suspira—. Para un día que puedo reposar y descansar del trabajo...—murmulla a lo bajo.

MIS GANAS TIENEN ALASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora