Capítulo 3

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Abrocho el último botón de mi camisa

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Abrocho el último botón de mi camisa.

Me doy media vuelta para mirar mis laterales, enfrente del espejo, y me gusta lo que veo.

Estoy lista.

Lista para mi primer día en la oficina de la familia Villalba.

Resoplo en mis adentros y me convenzo a mi misma que puedo con esto y con mil cosas más.

Echo un vistazo a mi reloj de cuarzo.

08:40

Perfecta hora para salir de casa y no llegar tarde.

Bajo las estrechas calles para ganar tiempo e ir a por un café.
El ruido de las bocinas de los coches, y los niños inundan las calles. Es hora punta para entrar a trabajar o ir a estudiar.

Llego a la cafetería más cercana de la oficina, Café Mendoza, una de las cafeterías más antiguas y mejor valoradas de la ciudad de Córdoba. He de decir que muy pocas veces he llegado a este punto de la ciudad para poder saborear sus cafés, pero por lo poco que he estado, siempre me ha gustado la dedicación y el detalle de su presentación en una simple taza de café.

Es un lunes, y muchos de nosotros queremos empezar el día con un buen café, para poder despertar y espabilar de la somnolencia de un primer día de la semana, después de un finde de descanso.

Entrego mi billete al barista, y me fijo que está leyendo mi acreditación colgada.

—¿Trabajas en Amanecer?—.Pregunta el barista devolviéndome el cambio.

—Si...Bueno es mi primer día.—Sonrío de lado y ladeó la cabeza.—¿La conoces?—vaya pregunta más tonta, claro que la conoce, es una de las empresas de Marketing y Publicidad más famosas de España y número 1 en el ranking de mejores anuncios publicitarios vistos en la televisión española.

—Claro, ¿sigue trabajando ese tal Álvaro?—me pregunta convencido.

Mi cara muestra una expresión de desconocimiento y me quedo esperando para retener más información.

—Ya lo conocerás, o ya no, espero que ese hijo de puta esté pudriéndose en la puta cárcel.—Murmulla esto último en voz baja, pero logro escucharlo perfectamente.

—Que tenga un buen día.—Doy media vuelta y salgo de la cafetería haciendo caso omiso al comentario de aquel trabajador, con mi café en mano, y con la duda de quién ese tal Álvaro y porque acababa de hablar mal de él, ese barista.

MIS GANAS TIENEN ALASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora