Capítulo 2

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Me siento enfrente de él

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Me siento enfrente de él.

Cara a cara.

Su cara realmente intimida.

Echa una vistazo rápido a mi currículum y vuelve a mirarme.

Viviana se encuentra a escasos metros detrás de él, visualizando todo mientras apunta toda la situación.

—María, ¿cómo estás, aparte de nerviosa?—.Dicho esto entrelaza sus manos.

—No estoy nerviosa, estoy bien— sonrió para evitar que mi respuesta parezca borde o grosera.

—Bien, ¿qué piensas de la gente que lleva una mancha de café en la camisa?.—Me extraño ante su pregunta inesperada, y rápidamente bajo mi vista hacia mi camisa y me percato de un pequeño manchón en la parte izquierda de esta.

Intento taparla con la americana.

—Pienso que a veces uno con las prisas hace las cosas mucho peor y lo entorpece todo más.

Carraspea ante mi respuesta.

—¿Vives en el barrio del Cordés?—asiento con la cabeza.

Muchas veces la gente opina que los habitantes de ese barrio eran delincuentes, de gente sin futuro y sin sueños.

Pero no es así, creo que en todo el mundo hay personas buenas y malas. Y en todos lados; hasta en el barrio más pijo, puede cometerse un asesinato.

Estaba harta de escuchar a los demás hablando mal de mis vecinos y de mi barrio.

Juzgarme sin ni siquiera conocerme decía más de los demás que de mi.

—Viendo así tu currículum creo que no serías una pieza de puzzle para esta empresa.

—No me has preguntado nada, ni siquiera has podido conocerme.—Gesticuló con mis manos.

—Bueno, ya veo que por tu contestación no eres una persona muy fácil de gestionar la atención al cliente y los comentarios ofensivos.—Se echa para atrás, haciendo que su espalda descanse en la cómoda silla.

—Al contrario, llevo mucho tiempo trabajando con clientela, más de lo que yo quisiera.—Mi sonrisa se desvanece ante su respuesta inesperada y prejuzgada .

—Ya...

¿Ya?

Siento su mirada recorrer desde mi torso hasta la raíz de mi coleta bien peinada.

—Deberías dejar tu cabello suelto—siento que su comentario era un pensamiento que olvidó que era en voz alta.

—¿Perdón?—. Mi pregunta es más bien una interrogación de sorpresa. Mi expresión facial cambia de repente.

El comentario más sobrante e inadecuado nunca jamás escuchado en anteriores entrevistas.

—María, debes saber que la presentación en este tipo de trabajos es muy importante. Debes lucir una imagen excelente, y siempre representando la elegancia de esta empresa.—Dice en un tono firme.

—Lo sé, disculpa por lo siguiente que voy a decir. Pero creo que es más importante el intelecto y conocimiento de las responsabilidades que requieren este trabajo, y la capacidad con la que lo afrontas. De hecho, creo que voy muy elegante. —Mi postura es firme y mi mirada fija.

Suelta una carcajada floja y Viviana rápidamente se acerca a nosotros.

—¿Quieres que siga yo?—.Pregunta.

—Si, y...—Hace una pausa para beber del vaso de agua que tenía segundos atrás en la mesa.—La próxima vez encárgate de traerme a gente que no sea tan contestona. —Dicho esto, deja el vaso en un golpe opaco, que me extraña que no se haya roto en mil pedazos, se levanta y sale de la sala.

Vaya, parece que el temperamento de este señor es incontrolable.

—Lo siento María.—Viviana se sienta en el asiento antes ocupado por Aaron.—A veces actúa más por su impulsividad que por su labor.Es fácil enfadar a Aaron, a la mínima ya está cabreado con el mundo.—Sonríe de manera simpática.Tienen los mismos ojos y la misma mirada, por su manera de hablar de él supongo que es su madre o algún familiar cercano.

—Ya lo veo, no se preocupe.

—Bien, empezamos.

Terminamos la entrevista, y satisfecha salgo del aula.

Viviana me comenta que en unas horas más tarde nos envían un mensaje, a nuestro móvil personal, decidiendo si ellos consideraban o no que éramos aptos, y en caso afirmativo, las indicaciones que debíamos seguir.

Salgo del lugar, y los rayos de sol vuelven a penetrar mi piel.

Mi cabeza da vueltas y mis pensamientos trabajan en poder saber si realmente ha sido una buena o mala entrevista.

Alejo los pensamientos negativos de mi mente y me dispongo a volver a casa.





Llego a casa, y mi padre me recibe con una sonrisa.

—¿Qué tal ha ido, mi chica?—.Pregunta mi padre abriendo sus brazos para acogerme en ellos.

—Papá, no lo sé, esta tarde nos dirán algo.—Murmullo.

—Irá todo bien, venga anda, cámbiate y bájate pá comer.—Dicho esto, subo las escaleras hacia mi cuarto.

Me siento en mi cama, dejando mi bolso a un lado en un pequeño golpe y suspiro profundamente.

De repente, mi móvil vibra acompañado de un pitido indicando que he recibido un mensaje nuevo.

De repente, mi móvil vibra acompañado de un pitido indicando que he recibido un mensaje nuevo

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Myriam A.L.

MIS GANAS TIENEN ALASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora