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La batalla había terminado y la paz reinaba en el océano una vez más. Jungkook y Jimin, los héroes de la guerra contra Zephyros, se encontraban en la cima de un arrecife, observando el atardecer submarino, donde los últimos rayos del sol se mezclaban con las aguas en un baile de colores.

Jimin rompió el silencio, su voz suave como el murmullo de las olas.
— Jungkook—dijo—en la oscuridad del abismo, cuando luchábamos juntos, sentí algo que nunca había experimentado antes.

Jungkook se volvió hacia él, sus ojos reflejando la luz del ocaso. —Yo también lo sentí, Jimin. Una conexión que va más allá de la amistad, más profunda que cualquier batalla que hayamos enfrentado.

Los dos se acercaron, sus manos entrelazándose. —¿Crees que es posible?— preguntó Jimin, — ¿Que dos seres de mundos tan diferentes puedan...?"

—Amarse— completó Jungkook, sin vacilar. —Sí, lo creo. Porque no importa cuán diferentes seamos, nuestros corazones cantan la misma melodía, déjame recorrer tu cuerpo con completa libertad — confeso el azabache

—Claro que sí, acepto — respondió el rubio orgulloso y feliz.

Ambos se acercaron y juntaron sus labios en un largo y profundo beso.

En ese momento, el océano pareció contener la respiración, y en un acto de valentía que rivalizaba con sus hazañas en batalla, Jungkook y Jimin se confesaron su amor. Un amor forjado en la adversidad, templado en la batalla y sellado en la tranquilidad del mar.

El reino entero celebró su unión, una unión que simbolizaba la armonía entre los tritones y los sirenos. Y así, bajo las estrellas que brillaban sobre las aguas tranquilas, Jungkook y Jimin comenzaron un nuevo capítulo en sus vidas, juntos.

Fin.

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