1: Un Pasado

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La lluvia era torrencial, caía con una fuerza abrumadora, inundando las calles y convirtiendo la noche en un escenario caótico. Relámpagos destellaban sin cesar, iluminando el cielo oscuro con su furia, y los truenos retumbaban tan violentamente que parecía que la tierra misma se iba a partir en dos esa misma noche.

En medio de esta tormenta descomunal, una pequeña Jennie, de apenas cuatro años, sollozaba desconsoladamente en su habitación. Sus lágrimas no eran provocadas por el estruendo de la tormenta; los truenos y relámpagos no eran los responsables de su angustia. Lo que realmente la atormentaba era el conflicto que se desarrollaba en el piso de abajo.

Desde su cuarto, Jennie podía escuchar claramente los gritos feroces de sus padres. Las voces se alzaban en un tono desesperado y agresivo, llenas de ira y dolor. El sonido de objetos cayendo y rompiéndose se mezclaba con los gritos, creando un concierto de caos y miedo. Su madrastra, en un intento de protegerla o quizás de apartarla del conflicto, la había encerrado en la habitación. Jennie había escuchado el clic del cerrojo cuando la puerta se cerró tras de sí, dejándola atrapada en su pequeño refugio.

A pesar de estar encerrada, Jennie comprendía todo lo que ocurría. Sus oídos captaban cada palabra, cada grito, cada sonido de cosas estrellándose contra el suelo. Su pequeño corazón latía con fuerza, empapado de miedo y desamparo. La tormenta exterior, por intensa que fuera, no podía compararse con la tormenta de emociones que se desataba dentro de ella.

Jennie no entendía por qué su madre biológica, su "mami mala", había llegado a casa de esa manera tan perturbadora. Su mente infantil estaba llena de confusión y temor. No comprendía por qué su madre Sewan, a quien ella consideraba su verdadera mamá, parecía no amar a su mami Lisa tanto como Jennie había creído.

En su corta vida, Jennie había llegado a la dolorosa conclusión de que su madre Sewan no compartía el mismo cariño por su mami Lisa. Esto la llenaba de tristeza y desilusión. A veces, en su corazón, deseaba dejar de ser Jennie Kim y convertirse en Jennie Manobal, adoptando el apellido de Lisa, quien había sido un pilar de amor y seguridad para ella.

La figura de su madre Sewan la asustaba profundamente. La mujer solía gritar mucho y trataba a todos de manera despectiva y cruel, tan diferente a la calidez y amabilidad de su padre. Jennie encontraba un contraste abismal entre sus padres. Su padre era un hombre cortés y respetuoso, siempre mostrando una actitud amable y amorosa hacia todos. Jennie amaba a su padre con todo su ser.

El amor de Jennie por su padre era un faro de esperanza en medio del caos emocional que vivía. Ella se aferraba a esos momentos de ternura y comprensión que él le brindaba, intentando encontrar consuelo en su presencia protectora. La tormenta que azotaba su hogar esa noche no era solo meteorológica, sino también una tormenta de sentimientos encontrados y desilusiones que amenazaban con romper su inocencia en mil pedazos.

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─¡Ya te he dicho mil veces que no necesito tu asqueroso dinero, Sewan! ¿Por qué no le preguntas a cada uno de tus mugrosos empleados si lo robo? gritó Jonathan Kim, su voz resonando con furia contenida. Sus palabras estaban cargadas de desprecio mientras confrontaba a Sewan en el salón. Su ira era palpable, se sentía como un fuego ardiente que amenazaba con consumirlo.

Te recuerdo que Lisa acaba de terminar su carrera y es profesora. Y yo soy dueño de dos empresas. ¿De verdad crees que necesito tu dinero?continuó, sus palabras destilando veneno¡Maldita arrastrada! Si quieres, te pago un abogado.

Jonathan estaba al borde del colapso emocional. La presencia de Sewan en su hogar no solo perturbaba la paz de su familia, sino que también asustaba a su hija Jennie y molestaba a su esposa actual, Lisa. La situación le provocaba una mezcla de rabia y arrepentimiento. A veces, lamentaba profundamente el día en que conoció a Sewan Kim, una mujer carente de corazón y obsesionada con obtener cada vez más.

Recordaba, sin embargo, que de esa unión turbulenta había nacido algo hermoso: Jennie. Su pequeña tenía un carácter bondadoso, amable y una alegría que iluminaba sus días. Jennie era la única cosa buena que había surgido de su relación con Sewan. A pesar del caos y el dolor, su amor por Jennie le daba la fuerza para enfrentar a su exesposa y proteger a su familia actual.

La imagen de Sewan, con su actitud altanera y avariciosa, contrastaba fuertemente con la inocencia y la dulzura de Jennie. Este pensamiento ayudaba a Jonathan a mantener la calma, recordándole que, aunque Sewan pudiera causar estragos, él tenía algo mucho más valioso: una hija que encarnaba todo lo que él consideraba bueno y puro en el mundo. Jennie era su razón para seguir adelante, su luz en medio de la tormenta que Sewan siempre traía consigo.

Lisa los dejó solos por un momento y subió rápidamente al piso de arriba, donde estaba Jennie, su pequeña Jennie. Esa niña que sentía como si hubiera salido de su propio ser. La conexión entre ellas era profunda, algo que había crecido y fortalecido con el tiempo.

Cuando finalmente llegó a la puerta de la habitación, Lisa entró de golpe. La escena que encontró desgarró su corazón y su alma en mil pedazos. 

Jennie estaba acurrucada en un rincón de su gran habitación, temblando y sollozando sin control. La niña se tapaba las pequeñas orejas con sus manitas como podía, tratando de bloquear el ruido que la aterrorizaba.

Cada relámpago hacía que Jennie saltara de miedo, mientras los gritos y las peleas provenientes del piso de abajo la hacían llorar cada vez más fuerte. El sonido de los truenos se mezclaba con los sollozos de Jennie, creando un ambiente de terror y desamparo.

Lisa se acercó rápidamente y se arrodilló junto a ella, abrazándola con fuerza. Sentía la desesperación de Jennie, su pequeña niña que no merecía estar atrapada en medio de ese caos. La suavidad del cabello de Jennie contra su rostro, el temblor de su pequeño cuerpo, todo eso rompía a Lisa por dentro.

Shhh, mi amor, estoy aquí. Todo va a estar bien susurró Lisa, tratando de calmar a Jennie con palabras suaves y tranquilizadoras. Cada palabra estaba cargada de amor y protección, una promesa de que haría todo lo posible para mantenerla a salvo.

Jennie se aferró a Lisa, buscando consuelo en el único refugio que conocía. A pesar de la tormenta que rugía afuera y el conflicto que resonaba desde abajo, en los brazos de Lisa, Jennie encontró un atisbo de paz. La conexión entre ellas, tan fuerte y sincera, era un rayo de esperanza en medio de la oscuridad.

Lisa sabía que tenía que ser fuerte, no solo por Jennie, sino también por la familia que estaban tratando de construir juntas. En ese momento, mientras sostenía a su hija en sus brazos, prometió que haría todo lo posible para protegerla del dolor y el miedo, brindándole el amor y la seguridad que merecía.

Dime que nunca me vas a dejar, mamá Lilie. No sé qué haría sin ti. Mi papá te ama, no me dejes... nunca la pequeña Jennie hablaba entre hipidos, agarrándose con más fuerza al cuerpo de Lisa. El calor del cuerpo de Lisa era para Jennie un refugio, una sensación reconfortante que la hacía dormir en cuestión de segundos.

Lisa sostuvo a Jennie con ternura, sintiendo el peso de la responsabilidad y el amor que tenía por esa niña. Mientras la abrazaba, notó cómo los sollozos de Jennie se fueron apagando poco a poco, hasta convertirse en una respiración tranquila y rítmica. Jennie se había quedado dormida, y Lisa agradeció a todos los dioses existentes que, en medio de ese caos, su pequeña pudiera encontrar descanso.

Con cuidado, Lisa se levantó del suelo con Jennie en brazos. La llevó hasta la enorme cama llena de peluches que decoraban la habitación, un santuario de inocencia y ternura en medio de la tormenta emocional que sacudía la casa. La arropó con suavidad, asegurándose de que estuviera cómoda y protegida. Antes de salir de la habitación, Lisa se inclino y le dio un beso en la frente, sintiendo la suavidad de la piel de Jennie contra sus labios.

Te tendré cerca mío para siempre, corazón. Nunca te dejaré sola dijo con voz dulce y serena, una promesa sincera y llena de amor.

Lisa cerró la puerta de la habitación, dejando a Jennie en su refugio de sueños. Se preparó mentalmente para enfrentarse a lo que sucedía abajo. La furia de Jonathan, la presencia perturbadora de Sewan, y la necesidad de proteger a su familia eran retos que la esperaban. Pero, en ese momento, Lisa sintió una fuerza renovada, sabiendo que su amor por Jennie le daba el valor para enfrentarse a cualquier cosa. Con determinación, bajó las escaleras, lista para manejar la situación y asegurar que el hogar que estaba construyendo permaneciera intacto.

𝐒𝐑𝐓𝐀 𝐌𝐀𝐍𝐎𝐁𝐀𝐋- 𝐉𝐄𝐍𝐋𝐈𝐒𝐀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora