Finalmente había llegado el día. Me levanté una hora antes de las siete, con la firme decisión de romperla en mi primer día. Por suerte, el instituto era privado, lo que me ahorraba la preocupación de tener que pensar en qué ropa ponerme cada mañana. En su lugar, el uniforme era una mezcla de azul, negro y blanco. Y tal vez te estés preguntando, ¿por qué tres colores? Bueno, el negro lo llevaban los que estaban en el último grado, el blanco era para los estudiantes de primero a tercero de secundaria, y los que usábamos el azul teníamos un privilegio especial: era solo para los que estábamos en cuarto y quinto, algo que nos hacía sentir únicos. Pero había un uniforme aún más llamativo, el rojo. No importaba en qué grado estuvieras, llevar rojo significaba que o eras extranjero o un superdotado, no había más opciones.
Decidí darme un baño con agua fría para despejarme y que mi cutis estuviera bien hidratado. Mi madre seguía profundamente dormida; parecía que no iba a llevarme hoy, pero eso no era un problema. Tomé mi teléfono y llamé a Albert, el chofer de mi mamá. A ella no le gusta que yo lo utilice, pero, sinceramente, me daba igual lo que pensara.
—¿Aló? —dije en cuanto escuché la línea conectarse—¡Hola, Albert! ¿Crees que podrías venir en unos 30 minutos?—
—Hola, señorita —respondió él con una voz algo adormilada—Cuente conmigo, en 34 minutos estaré afuera esperándola—
Sonreí satisfecha. Pan comido.
Cuando terminé de arreglarme, me miré en el espejo y sonreí. El uniforme me quedaba perfecto, como si hubiera sido hecho a mi medida. Había decidido hacerme una coleta medio alta, lo que me daba un aire fresco y moderno, pero sin dejar de ser elegante. La pulí un poco para que se viera más estilizada y la adorné con una balaca que combinaba perfectamente. Estaba lista.
Empaqué los libros que los profesores habían solicitado, porque, a diferencia de los institutos públicos, donde las primeras dos semanas parecen ser de adaptación y más relajadas, en el nuestro ya teníamos todo listo desde el primer día.
Horarios, clases, materias. Todo en orden. Me sentía un poco triste por eso, ya que no tendría mucho tiempo para conocer gente nueva. Pero bueno, así era aquí.
Bajé a la cocina y, como de costumbre, opté por un simple tazón de cereal. Nunca he sido de desayunar mucho en las mañanas; no me entra la comida a esa hora. Justo cuando estaba terminando de comer, escuché la bocina afuera de la mansión. ¡Por fin había llegado Albert! Tomé las llaves de la casa, abrí la puerta y la cerré rápidamente antes de montarme en el auto.
—¡Buenos días, señor Albert! —le saludé con una sonrisa radiante.
—Buenos días, señorita Kim —respondió él, quitándose el sombrero en señal de respeto, como siempre lo hacía.
El trayecto al instituto tomó unos 20 minutos. Estaba un poco alejado de la ciudad, lo cual no era sorpresa, ya que mi mamá y yo vivíamos en un conjunto residencial apartado, el más caro de la zona. A medida que nos acercábamos, los nervios empezaron a invadirme. Al llegar, busqué con la mirada a mis amigos, pero no veía a Taehyung, ni a Yugyeom, ni a Rosé, ni a Irene, ni a Jisoo.
Me bajé del auto, tomé el dinero y me despedí de Albert con una sonrisa educada. Tragué en seco al girarme hacia la entrada del instituto. Había muchísima gente, más de lo que esperaba. Lo primero que llamó mi atención fue un grupo de chicos rusos, fácilmente reconocibles por el uniforme rojo que llevaban, símbolo de que eran extranjeros o superdotados. Un gafete en sus uniformes indicaba su país de origen. También distinguí a algunos estudiantes de Colombia, cada uno con su propio distintivo. Definitivamente, este lugar era otro nivel.
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𝐒𝐑𝐓𝐀 𝐌𝐀𝐍𝐎𝐁𝐀𝐋- 𝐉𝐄𝐍𝐋𝐈𝐒𝐀
FanfictionElla se introducía en su mente como una plaga insidiosa, infiltrándose en cada rincón hasta dominar sus pensamientos. No había nadie ni nada que pudiera poner a Jennie en contra de la señorita Manobal. La intensidad de su conexión era evidente y ala...