III

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Por el resto de la tarde Dawson y yo nos dedicamos a empacar todo aquello que no sentía que me pertenecía y es que después de explicarle que había decidido guardar todas estas cosas con la intención de no husmear en la vida de alguien  más aunque ese alguien fuera yo misma, aceptó ayudarme siendo él quien hacía la mayor parte del trabajo, al final terminó por subir las cajas al ático.

Noté entonces lo vacía que lucía la casa sin todas esas decoraciones ni recuerdos tanto personales como de trabajo en la pista de hielo, subí con él al ático con la última caja pensando en lo bueno que sería conseguir cosas nuevas que representarán a mi yo de ahora cuando la algo llamó mi atención.

—¿Sabes? Mañana tengo un partido  de Hockey importante, este es un juego decisivo para el equipo y sé que no debería tan siquiera preguntar, luego de tu accidente sé que la pista de hielo puede ser algo a lo que generes rechazo pero me encantaría verte en el partido ¿Podrías ir? Es importante para mí pero si representa molestia para ti…— detuvo su platica dejando de lado la última caja, alzó la ceja y sonrió.—¿De dónde sacaste una de esas?

—Bueno, en realidad yo quisiera saberlo, es hermosa ¿no?—  pregunté mostrándole la resplandeciente guitarra roja.

Al tocar las cuerdas sentí un cosquilleo que me hizo estremecer, recordaba unas manos que jugaban con las cuerdas y la melodía tan bonita que emanaba la guitarra y era provocada por su músico, miré a Dawson, seguro que era su guitarra pero aquello no me lo diría por mi propio bien tal como con el diario.

Dawson tomó la guitarra y la analizó por unos segundos luego suspiró.

—Siempre quise aprender a tocar una guitarra, no sabía que tenías una y en tan buen estado aunque algo abandonada en tu ático.

—Ya va, ¿Me dirás qué no es tu guitarra?—pregunté y él negó, si la guitarra no era suya eso significaba que era mía y que muy en el fondo sabía como tocarla ¿Por qué estaba en el ático?

—Bueno, tal vez podamos aprender a tocarla juntos ¿Qué te parece? De ese modo no tiene porqué seguir abandonada en el ático.—propuso y sentí una presión en mi corazón.

En el fondo y por una extraña razón sentía rechazo a tocarla como si esa guitarra fuera única e invaluable, algo que solía apreciar.

—No lo sé, creo que hay más aquí de lo que puedo contarte y lo único que conozco con certeza es que esa guitarra estaba aquí por una razón, tal vez no quise verla más o quise guardarla como un lindo recuerdo.

—Eso puede ser, siempre te gustó atesorar las cosas.— confesó y tras una corta pausa se acercó a mí dejando de lado la guitarra, tomó mis manos y sonrió nervioso.—Entonces sobre el juego de mañana ¿Asistirás?

—Sabes que no hay nada que más quisiera, pero la idea me aterra, habrá mucha gente ahí, gente que puede que me conozca pero yo ellos no, es abrumador estar rodeado de personas que saben más de ti que tú mismo.

—Ava, perdón tal vez no debí haber preguntado, sé que es difícil para ti.

—No, esta bien, Dawson, si esto es importante para ti lo es también para mí, cuenta conmigo.

—Ava, ¿Lo dices en serio?—asentí y entonces me rodeó con sus brazos y me levantó, giramos un par de veces siendo yo alzada en el aire, cuando me bajó ambos quedamos lo suficiente cerca el uno del otro.

Sentí mis mejillas calentarse y a él le pasó sigo similiar, su rostro se tiñó de un tierno rojo, acaricié su mejilla con delicadeza y lo vi sonreír.

—¿Puedo besarte?—preguntó y entonces me sentí nerviosa con torpeza logré decir que sí.
Fue entonces que por segunda vez probaba sus labios, en un delicado, tierno y dulce beso, un beso en el que las palabras que no habíamos tenido la oportunidad de decir salieron a la luz.

Frozen memoriesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora