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"SALA DE OPERACIONES"

"Por favor" —volvió a leer.

"SALA DE OPERACIONES"

— ¡Qué asco, POR FAVOR!

Levantó la cabeza y avanzó nuevamente.

"SALA DE OPERACIONES"

— Dios mío, ¿qué es esto? —dijo mientras se llevaba ambas manos a la cabeza.

Salió corriendo por la última puerta, evitando encontrarse con el Dr. Hoseok, pues de ser así, no dudaría en volarle la cabeza de un tiro... Y si bien nadie notaría la desaparición de dos locos, tal vez sí notarían la falta de un doctor. Del hijo de puta con diploma universitario que en gran parte orquestaba la función.

Cruzó la puerta lentamente y ya no vio el mismo letrero. Estaba en el mismo lugar donde antes se bifurcaba el camino en forma de Y. No lo dudó y optó por el lado izquierdo, el largo corredor con luces rojas, y empezó a trotar.

Cuando volvió la mirada atrás, las luces del hospital se habían desvanecido. El camino se estrechaba cada vez más, con su respiración agitada, llegando a otra puerta. "Maldita sea", murmuró al empujarla.

Se encontró en una vasta sala repleta de estantes cargados de tomos, indudablemente una biblioteca. Avanzó con cautela, temeroso de encontrarse con otro loco en ese lugar.

De pronto, divisó a alguien absorto en un escritorio y se ocultó tras un mueble. "Ahora qué", se preguntó, apoyando la cabeza sobre la madera. "¿Qué hago?" Mantuvo la respiración. La respuesta era clara: planeaba capturar al individuo sentado, apuntarle con el arma y exigirle una salida de aquel lugar.

Sin embargo, al volver la mirada hacia el hombre, este lo observaba imperturbable. Sin dudarlo, sacó el arma y apuntó, enfrentándose con el tipo elegantemente vestido, de cabello blanco y heridas marcadas en cuello y labio. Su mirada era indescifrable, dejando al rubio inmóvil, quien además notó una profunda herida que surcaba su rostro.

— ¿Qué estás haciendo? —el rubio guardó silencio—. ¿Quién eres tú? ¿Y por qué me apuntas con eso? Ven, entre mis piernas tengo algo mucho más grande —una sonrisa burlona se dibujó en sus labios.

— Te sugiero que tomes conciencia de tu situación. Tú vienes conmigo —el hombre esbozó una sonrisa y levantó una ceja.

— No cojo a domicilio.

— Actuar como un pendejito vulgar no te llevará a ninguna parte.

— ¿Quién te envió aquí abajo?

— No hagas preguntas.

— ¿Quién te mandó?

— Simplemente llegué por accidente.

— Eso es imposible.

— A mí me parece imposible que no haya alguien normal aquí abajo. —la respuesta desencadenó risas en el hombre.

— No me parece gracioso. —bufó.

Decidido a continuar con lo que estaba haciendo, el hombre se dio la vuelta, pero se detuvo al escuchar el clic del arma siendo cargada, mientras sus cabellos blancos eran acariciados con el metal.

Póker - KookvDonde viven las historias. Descúbrelo ahora