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Era como si hubiera entrado en una cueva oscura y misteriosa, donde los rostros flacos y los ojos de diferentes colores, hambrientos, tristes y curiosos, observaban con gracia al rubio. Sin darse cuenta, abrió demasiado la puerta al presenciar semejante escena, revelando una estampa que dejó al descubierto la crudeza del lugar.

El hombre, concentrado en su trabajo, seguía echándoles azúcar y tocándoles todo el cuerpo a las mujeres que rodeaban la habitación. Pero pronto también se dio cuenta de la presencia del recién llegado, así que se quitó el gran sombrero que llevaba y miró directamente a los ojos azules del rubio con una mezcla de curiosidad y disgusto.

— Esta cerrado. —exclamó, su voz resonando en el espacio tenso. Lo miró con un gesto de disgusto, pero no un disgusto agresivo, sino más bien infantil. Parecía evaluar al rubio como si fuera un niño grande, atrapado en un mundo adulto de sombras. Una sensación incómoda se apoderó del ambiente, como si el aire se volviera más pesado con cada segundo que pasaba.

A pesar de saber que había llegado allí por obra de un asesino, el rubio se sentía abrumado por la escena ante sus ojos. No sabía por dónde empezar a digerir lo que acababa de ver, pero sabía que debía mantener la compostura.

— Lo siento mucho, yo me voy. —hizo varias reverencias, tratando de disculparse por su intrusión. La situación habría sido mucho más fácil si el hombre simplemente le hubiera dicho "váyase de aquí", pero no fue así. Antes de que pudiera escapar, sintió unas manos sostenerlo de la gabardina, impidiéndole salir.

— ¿De dónde viene usted? Usted no es de acá. —la voz del hombre era firme, pero también había una nota de curiosidad en ella.

El rubio se quedó sin palabras por un momento, tratando de encontrar una respuesta adecuada. Finalmente, optó por una respuesta vaga.

— Me trajo un amigo. —dijo, tratando de sonar convincente, aunque sabía que era una mentira evidente.

El hombre lo miró con una ceja levantada, pareciendo evaluar sus palabras. El rubio, siendo un detective experimentado, sabía que su excusa probablemente no pasaría desapercibida, pero esperaba que al menos lo mantuviera fuera de problemas por el momento.

— ¿A qué vino? —insistió el hombre, su mirada penetrante pareciendo atravesar la fachada del rubio.

— A nada. —respondió, intentando mantener la compostura mientras evitaba la mirada del hombre que parecía devorarlo con los ojos.
—Estoy curioseando.

— Curioseando... —repitió el hombre, su tono de voz revelando un deje de escepticismo.

El rubio se sentía cada vez más incómodo bajo la mirada intensa del hombre, deseando poder desaparecer en ese momento. Sin embargo, se obligó a mantener la calma y responder con seguridad.

— Sí, curioseando. No hay nada de malo en eso, ¿verdad? —intentó sonar ligero, aunque sabía que la situación era todo menos normal.

— Estás nervioso, lindo. —observó el hombre, su tono suavizándose ligeramente mientras estudiaba al rubio con más detenimiento.

— No lo creo. —respondió, intentando ocultar sus nervios bajo una máscara de confianza.

— ¿Ves algo que te guste? —preguntó el hombre, con una sonrisa sugerente que envió un escalofrío por la espalda del rubio.

"Quiero irme de aquí, déjame irme", pensó, desesperado, pero se obligó a mantener la compostura y responder con cortesía.

— No, no veo nada que me interese en este momento. —dijo, forzando una sonrisa educada mientras su mente buscaba una forma de escapar de esa situación incómoda.

— Mmm, mira sin compromiso, la gente vendrá luego. Lo que no ves no significa que no lo tengamos, corazón. —dijo el hombre con una mirada sugerente, su tono de voz lleno de insinuaciones que hicieron que el rubio se sintiera aún más incómodo.

— Gracias, pero realmente debo irme ahora. —respondió, tratando de encontrar una salida mientras el hombre lo observaba con una mezcla de interés y curiosidad.

El hombre hizo una referencia con la cabeza, indicando que entendía, pero el rubio no pudo evitar sentir que sus ojos lo seguían mientras se alejaba del lugar, sintiendo un alivio al dejar atrás esa situación incómoda.

Mientras tanto, el joven pelirrosa que entretenía a los demás con sus anécdotas se sintió obligado a despedir a su audiencia. Había algo importante de qué hablar, algo que lo había estado molestando desde que vio al detective entrar en el lugar. Con paso firme, se puso de pie y observó el camino que tomó el detective, luego se puso en marcha, decidido a averiguar más sobre el misterioso visitante que había irrumpido en su mundo.

Sus brazos, pálidos y delgados, se movían con gracia mientras caminaba, su piel suave y perfecta como la de una muñeca de porcelana. Sus labios, pintados con un rojo intenso, formaban una sonrisa intrigante mientras pensaba en el encuentro que acababa de presenciar. Había algo en ese detective rubio que despertaba su curiosidad, algo que lo hacía desear saber más sobre él.

Finalmente, llegó al lugar donde se encontraba se dirigió el detective, sus ojos asiáticos brillando con determinación mientras buscaba a su objetivo, pero cuando vio a su amigo, una sonrisa se formó en sus labios y fue corriendo hacia él, emocionado por compartir sus pensamientos.

— Jinnie, ¿ya lo viste? —le dio un beso en la mejilla, su voz llena de emoción.
— Cariño, ya lo vi, ya lo vi. —la voz salió algo calmada y relajada, pero sus ojos mostraban intriga mientras observaba al joven pelirosa.

— ¿Quién lo trajo? —preguntó el joven, acariciando su propia mejilla con gesto pensativo.

— Jeon lo trajo. Él fue. —respondió Jin, su voz serena pero con un ligero temblor de incertidumbre.

— ¿Jeon? Pero si él odia a los jóvenes.

— Sí, parece que fue él. Aunque es extraño, Jeon no suele traer a gente de esa edad. —comentó el mayor, frunciendo el ceño mientras intentaba entender la situación.

— ¿Entonces quién más podría haber sido? —preguntó el pelirrosa, su mirada escudriñando el rostro al mayor en busca de respuestas.

— Eso es lo que me pregunto. No parece haber una explicación lógica para su presencia aquí. —respondió.

El pelirrosa se mordió el labio nerviosamente, pensando en las posibles implicaciones de la presencia del detective en ese lugar. Sabía que debían investigar más a fondo para descubrir qué pasaba.

— Hay algo más, Jinnie. El detective... está demasiado bueno. ¿No lo has notado? —preguntó el joven, con una mirada traviesa en sus ojos.

Jin no pudo evitar soltar una carcajada ante la observación del pelirrosa, aunque trató de mantener su compostura.

— Amor, se nota que ese tipo no tiene interés por los hombres. —respondió, con una sonrisa divertida.

El pelirrosa, no pudo evitar sentir una punzada de curiosidad por el atractivo detective rubio que ahora ocupaba sus pensamientos.

— Recuerda quién soy, cariño. —dijo, con una mirada juguetona en sus ojos.

El mayor solo asintió con una sonrisa.






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Póker - KookvDonde viven las historias. Descúbrelo ahora